Por estos días hay un Artbo virtual. Poca fuerza tienen los artistas de esta generación donde la defensa es la superficialidad. La alegoría a lo superficial. Pero ya hace algún tiempo, la galería Elvira Moreno en el barrio San Felipe viene con una exposición interesante donde se encuentran obras de Gustavo Zalamea. Ese historiador de escritura e imágenes donde jamás la Plaza de Bolívar fuera el escenario de nuestra historia. Pero la vivimos todos los días.
Su mirada amplia recorrió desde el Romanticismo del siglo XIX hasta la objetualidad y la escritura del arte contemporáneo. Fue un artista que abarcó e incluyó en sus testimonios estéticos recorridos de la historia del arte. Y, con esa premisa Zalamea nos dejó testimonios en varios de sus territorios, de geografías y paisajes, donde se entrelaza la literatura, la política con sus escrituras pictóricas. Mundos vinculados a la una idea del abismo que desarrolló a través de una suerte de dibujo-escritura-pintura.
En su obra, la escritura se plantea como forma de re-conocimiento, de memoria, de texto exploratorio, de autobiografía visual, como lenguaje que se mueve como expresión dentro un territorio espacial.
El mar en la Plaza,1994
El tema de la Plaza de Bolívar inundada es una ficción —paradójicamente muy cercana a la realidad— que Gustavo Zalamea comenzó a hacer desde 1978. El artista retomó ese sitio: el centro del poder, como cuando inunda la plaza representa la historia mientras la ballena héroe de Moby Dick del libro de Melville, se sumerge en ella.
En su trabajo existe una continua preocupación por mitos y realidades y relatos de ficción donde acumuló su memoria pública que la correlacionó con una crisis política cuando llega al simbólico del abismo de la sociedad en una crisis irremediable.
Naufragio,2003
Para recordar a Zalamea podemos pensar en las palabras de Venturi: “Doy la bienvenida a los problemas y exploto las incertidumbres. Al aceptar las contradicciones y la complejidad, defiendo tanto la vitalidad como la validez… prefiero los elementos híbridos a los puros, los comprometidos a los limpios, los distorsionados a los rectos, los ambiguos a los articulados, los tergiversados que a la vez son impersonales, unos medio aburridos cuando a la vez son interesantes, los convencionales a los diseñados, los integradores a los excluyentes, los redundantes a los sencillos, los reminiscentes que a la vez son innovadores, donde lo irregular y equívocos a los directos y claros. Defiendo la unidad confusa frente a la unidad trasparente. Acepto la falta de lógica y proclamo la dualidad”.
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