Es diciembre y en las laderas de Medellín se respira el aire espeso de la incertidumbre. En la Comuna 13, una excavadora detiene su marcha. El operador anuncia que han encontrado algo: fragmentos de huesos humanos, apenas visibles entre la tierra oscura que durante décadas escondió secretos inconfesables. Las familias que han esperado por más de 20 años sienten que el tiempo se detiene. Por primera vez en dos décadas, La Escombrera, el mayor vertedero de desaparecidos de Medellín, ha empezado a hablar.
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La historia enterrada
En la Comuna 13, donde las casas parecen trepar unas sobre otras en un intento de desafiar la gravedad, La Escombrera se erige como un monumento a la impunidad. Durante años, sus tierras fueron el destino final de aquellos que desaparecieron en los días más oscuros de la guerra entre todos. Guerrillas, paramilitares y, según los testimonios, incluso policías y militares, usaron este vertedero de escombros de la construcción como su fosa común. Un lugar donde los cuerpos se desvanecían y el silencio se hacía eterno.
La Operación Orión, llevada a cabo en octubre de 2002, por el Ejército y la Policía, ordenada por el entonces presidente Álvaro Uribe y el entonces alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez, y ejecutada por el entonces comandante de la IV Brigada, general Mario Montoya, también fue uno de los puntos de no retorno para muchos hombres y mujeres; diseñada para erradicar a las guerrillas de la Comuna 13, la intervención militar llenó las calles de helicópteros, disparos y miedo. Pero también dejó algo más: una ola de desapariciones forzadas. Hombres, mujeres y adolescentes fueron arrancados de sus casas, llevados a destinos desconocidos. La historia cuenta que muchos de ellos terminaron bajo los escombros de este lugar. Pero todos siempre lo han negado.
El hallazgo que conmocionó a Medellín
Este diciembre de 2024, tras una nueva jornada de trabajo intensivo, se anunció un hallazgo trascendental: los restos óseos de al menos tres personas fueron encontrados en La Escombrera. La noticia fue recibida con una mezcla de alivio y dolor por parte de las familias que, durante años, habían reclamado la verdad. El trabajo lo ha liderado desde hace cuatro meses la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), dirigido por la médica cirujana, especialista en Epidemiología y doctora en Sociología Jurídica, Luz Janeth Forero, y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en cabeza del magistrado Alejandro Ramelli.
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Las más de 36.000 toneladas de tierra removidas son testigos mudos de una tragedia que Medellín intenta procesar. Para las madres de "Mujeres Caminando por la Verdad", colectivo que lidera la lucha por los desaparecidos, el hallazgo es una confirmación de lo que siempre supieron: La Escombrera no solo era un vertedero, sino una tumba colectiva, donde posiblemente sus familiares están enterrados.
Las cifras del horror
Medellín tiene registrados al menos 5.912 casos de desapariciones forzadas, y la Comuna 13 concentra 502 de ellas. La Escombrera, llamada así por haber sido uno de los vertederos de escombros, concreto y acero de la industria de la construcción en la ciudad, se consideró durante mucho tiempo, una excavación imposible. Los intentos iniciales de remoción de escombros, realizados entre 2015 y 2016, no dieron resultados concluyentes. La montaña de escombros, que había crecido con el paso de los años, se convirtió en un obstáculo casi insalvable. Pero la persistencia de las familias, junto con la intervención de la JEP, logró lo que muchos creían imposible.
Los relatos que nunca se borran
Elena, madre de un desaparecido, recuerda en una entrevista cómo durante las noches subía a La Escombrera con una vela encendida, esperando que, de alguna manera, su hijo la viera desde donde estuviera. A muchas mujeres les dijeron que sus familiares los habían botado en La Escombrera como si fueran basura. La mayoría de las personas que buscan sus desaparecidos crearon un colectivo: Mujeres Caminando por la Verdad, con el que llevan 20 años buscando a los suyos.
Para muchas de estas madres y esposas, la lucha no ha sido solo contra la impunidad, sino también contra el olvido. La Escombrera no solo sepultó cuerpos, también historias, vidas truncadas que esperan ser reconocidas. La excavación no es solo una labor forense, es un acto de memoria.
El peso de la verdad
El hallazgo de este diciembre no es el final de la historia; es solo el principio. La identificación de los restos encontrados será un proceso largo y complejo, pero para algunas de las familias, representará la oportunidad de cerrar un capítulo que ha estado abierto por demasiado tiempo. Porque ellos quieren enterrarlos con dignidad, darles el último adiós que no pudieron cuando se los llevaron.
La Escombrera, que durante décadas fue un símbolo de impunidad, comienza a transformarse en un espacio de resistencia y memoria. Cada metro de tierra removido, cada fragmento encontrado, es una victoria en una lucha que nunca debió haber sido necesaria.
Un futuro incierto
A pesar del avance, el camino hacia la verdad plena sigue plagado de obstáculos. Las madres y familiares de los desaparecidos saben que este hallazgo es solo la punta del iceberg. Tras estas jornadas quedan muchas preguntas abiertas: ¿Cuántos cuerpos más están enterrados en La Escombrera? ¿Cuándo se hará justicia para quienes orquestaron las desapariciones? ¿Quiénes dieron la orden? Medellín sigue adelante con su vida cotidiana fragmentada. Pero en las calles de la Comuna 13, donde el arte callejero de sus murales coloridos se convirtió en una forma de resistencia y expresión para la comunidad, donde cada mural es un capítulo lleno de simbolismo, el eco de los desaparecidos sigue resonando. La Escombrera, ahora más que nunca, es un recuerdo de que el pasado no se puede enterrar para siempre.