A Natalia Vodianova todavía se le hace agua la boca cuando describe el sabor del primer queso camembert que probó durante el vuelo hacia París, cuando apenas era una joven recién descubierta por un agente francés. En la Rusia comunista de los ochenta no había moda alguna, y pensar que de ahí podría salir una top model era poco menos que una utopía. Mucho menos había espacio para el placer o la felicidad y se trabajaba únicamente para sobrevivir.
En aquellos años, la que hoy ha aparecido una decena de veces en la portada de la edición británica de Vogue y firmó el contrato más caro de la historia por una campaña publicitaria, era la misma que vendía frutas y cargaba cajas en un mercado con su madre. La mayor preocupación era que se rompieran las botas porque comprar otras implicaría gastar todos los ahorros de la familia. Ella no tiene recuerdo de su padre pues éste les abandonó cuando aún era muy pequeña. Fue así como la madre de la joven debía trabajar hasta en cuatro lugares distintos para darle de comer a sus tres hijas (todas de padres diferentes). La menor de las hermanas, Oksana padece parálisis cerebral desde su nacimiento y por no haberla abandonado, fue que el nuevo marido de su madre también le abandonó.
Se le dificultaba estudiar. Sin embargo los profesores entendían la situación familiar de la pequeña por lo cual eran flexibles con las tareas. No sucedía lo mismo con los compañeros, quienes al ver la pobreza reflejada en la vestimenta de Natalia, hicieron de la exclusión, el rechazo y la humillación el pan de cada día. A pesar de todo, conserva buenos recuerdos de su niñez porque siempre imaginó que algún día la situación iba a cambiar. En efecto, fue en 1999 cuando su entonces novio la convenció de asistir a un casting de modelos y ella asistió más por darle gusto a él que por tener interés en el modelaje, lo cual ni sabía que existía. El resto fue por inercia, pues dos años después, a los 19 su rostro ya era uno de los favoritos de la moda a nivel mundial.
La vida la llevó de un extremo al otro, sin pasar por el medio. El éxito le atropelló de una forma tal que a principios de los 2000 no entendía por qué le pasaba eso a ella, pues ni siquiera tuvo que esforzarse para que ocurriera. Vodianova se rehusó a ser simplemente una niña bonita y consideró que era su obligación hacer algo más allá de la moda. En 2004 la masacre de la escuela de Beslán (que dejó 370 muertos, de los cuales 171 eran niños) marcó la vida de la modelo. Ella, que se encontraba en Moscú decidió aprovechar el lugar que la vida le había dado, así como las relaciones que éste le trajo. Fundó entonces la Naked Heart Foundation que básicamente recoge fondos para ayudar niños, hasta en los pueblos más remotos a lo largo y ancho del territorio ruso, en donde construye parques. La misión que se propuso la modelo es que ningún niño en Rusia crezca sin amor y sin diversión.
Hoy es madre de 4 hijos y el mundo entero podrá contemplar el brillo de la supernova (apodada por el fotógrafo Mario Testino) cuando ella presente el sorteo de la eliminatoria del mundial Rusia 2018. El país más grande del mundo la escogió para que sea ella quien dé la bienvenida a uno de los eventos que mayor interés despierta en el planeta. De este lado del mundo, solo resta esperar que su estrella guíe a nuestra selección rumbo a la tierra de los zares.
