De la mierda hablaron Milan Cundera en su libro La insoportable levedad del ser y Umberto Eco en La Misteriosa Llama de la Reina Loan.
También García Márquez expresó una frase lapidaria apropiada como para época de elecciones: “Si la mierda tuviera precio, los pobres nacerían sin culo”.
Si el tema no le desconcierta, volvamos a Milán Kundera, he aquí su repelente frase, que torna escépticos los linderos religiosos: “La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. El momento de la defecación es una muestra de lo inaceptable de la creación”.
Y si no se escandaliza, en aras de la moral menguada y timorata prevaleciente en nuestra cultura, escuchemos a Umberto Eco: “Los caminos del Señor son infinitos, me dije, pasan también por el agujero del culo”.
Los buenos lectores recordarán un libro de la dramaturga Verónica Ochoa, publicado por la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en la Colección Teatro Colombiano: ¡País de mierda!, que aborda la vida del inolvidable de Jaime Garzón, presentado en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2014, concepto extendible a los crímenes acaecidos sobre Rafael Uribe, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Álvaro Gómez Hurtado, Guillermo Gaviria, Coronel Franklin Quintero, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo, Jorge Enrique Pulido, José Antequera, Manuel Cepeda, Guillermo Cano y Raquel Mercado y Jesús María Valle, toda una pléyade de cimeras inteligencias suprimidas salvajemente (¿Democracia?).
Sorprende, además, que Donald Trump, el presidente del país más poderoso de la tierra, se haya referido a El Salvador, Haití y varios países africanos como “países de mierda”, sugiriendo que preferiría recibir en Estados Unidos “más inmigrantes de Noruega en lugar de los inmigrantes de los países rezagados”, como lo publicó The Washington Post, presumiendo, quizá, que el olor era más tolerable, frase que adquirió un carácter imperial, sobre el material gastronómico sobrante, en tiempos de neoliberalismo. No aludió a Colombia por ser un aliado incondicional y estratégico.
“¿Por qué tenemos a toda esta gente de países “que son un agujero de mierda viviendo aquí”, afirmó Trump, sin inmutarse, durante una reunión con legisladores en la Casa Blanca.
Trump reaccionó así cuando dos senadores le plantearon un proyecto de ley migratorio que otorgaría visados a algunos de los ciudadanos de países que han sido retirados recientemente del programa de Estatus de Protección Temporal (TPS), como El Salvador, Haití, Nicaragua y Sudán. Por dignidad los países protestaron.
Es de anotar que el presidente ha sido nominado al Premio Nobel de la Paz, mientras ya tiene ganado universalmente el premio excremental.
Lo incuestionable es que en la historia de la humanidad hay palabras que no se pronuncian, que son tabúes, hacen parte de las prohibiciones culturales prohibitivas, que la gente de moral recatada prefiere eludirlas, pero las pronuncia a ‘soto voce’.
Palabras como muerte, sexo, vejez y mierda se ocultan, como si existiera para ellas una Muralla China que impide el paso para pronunciarlas.
Freud, padre del psicoanálisis, estudió los excrementos del hombre en su primera infancia y llegó a la conclusión que los niños y los locos juegan con la mierda y hasta la consumen. Son muchas las madres que sufren por esa tendencia que aparece en la primera infancia de los seres humanos..
Kundera fue más allá, su diatriba es una imputación religiosa contra el Creador: “Dios le dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre”.
Dante, para continuar hablando de buena literatura, en su Canto XXI del Infierno, le da un carácter musical: “ed elli avea del cul fatto trombetta”, (y él hizo de su culo trompeta), previendo las alegres interpretaciones de Louis Armstrong.
Se sabe que los alquimistas estuvieron intentando convertirla en oro, que de haber tenido éxito habrían cambiado dialécticamente, con anticipación histórica, el concepto de valor de uso y valor de cambio, otrogándole validez a García Márquez, por su postulado, metafórico, que nos persuade que el capital no renuncia a sacralizar ningún objeto que pueda ser sometido a las reglas de la mercancía.
Algo muy parecido a los esfuerzos que hace la Nasa por convertir los despojos humanos en metano sustentable para impulsar los cohetes que lleven a la humanidad a dejar este planeta, convertido por las multinacionales en un retrete.
Esquirla: Mandar a la mierda no es un agravio deshonroso, se trata de emplazar al adversario político para que encuentre su camino correcto, y, esto, fue lo que hizo la burguesía con la abolición de la nobleza en la Revolución francesa. Hasta pronto.