Luis Fernando Peláez es un artista antioqueño que le suma a su arte una poesía especial. Su mundo artístico es eterno porque propone un viaje sin destino. Primero, vinieron los horizontes marinos desde donde algún ser humano imaginaba las rutas de la nostalgia. Después sus obras continuaron con el mismo tema de la errancia. Son crónicas del ser humano que se queda anclado mientras los otros toman rumbos propios. La vida queda encapsulada en el enjambre de la espera imposible. Y, es verdad; el ser que se queda viviendo lo cotidiano observa cómo ve la vida diferente; la historia de siempre, la vida de los que queremos irnos y dejar atrás el pasado para descubrir el presente.
La vida postergada, la vida que sigue su rumbo mientras Luis Fernando Pelaéz insiste en ese recurso nostálgico del recuerdo. De un viaje imposible dónde queda la cotidianidad del presente continuo. Mientras tanto, la vida sigue con los cambios y los asombros del viajero, que se queda atrapado, la vida no es diferente. Las horas se confunden con el paso de los días y la memoria comienza a presentir un rumbo sin destino.
Luis Fernando Pelaéz presentó sus viejas maletas trabajadas como lienzos que llevan impresos los recuerdos imaginarios de su melancolía. Maletas que son el símbolo de una condición errante. Imágenes conceptuales que manejan las condiciones humanas.
Como anota Willam Ospina sobre el trabajo de Luis Fernando Peláez: “Dimensiona su capacidad poética de lo que había sido agredido, convertido en deshecho”. O, como lo confirma, desde otro lado de la moneda, Manuel Mejía Vallejo: “Siempre la poesía emerge en estas crónicas de la errancia, donde deja su huella para el ardor de los ojos, para el descanso del color en todos los caminos, y en ellos el dominio de los materiales, su juego certero en el espacio, con el sueño, la soledad y el tiempo, que han logrado un mundo de misterio sobrecogedor”.