Hace algunos años las condiciones sociales y políticas de América Latina estremecían a los pobladores locales y observadores internacionales que, atónitos ante la creciente desigualdad y miseria, veían en nuestros pueblos el peor desastre producto de la sistemática aplicación de las recetas neoliberales y un panorama desalentador para las democracias y movimientos sociales y populares de la región.
Privatizaciones, niveles exorbitantes de deuda externa, desempleo, hambrunas, los TLC y brechas de inequidad que hacían crecientes y degradantes los conflictos sociales,era el panorama sombrío que sumía a nuestra región en una delgada línea entre la desesperanza y la resignación.
Sin embargo, jamás olvido aquella frase del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht que "las revoluciones se producen en los callejones sin salida". Y así como la desesperanza contagiaba cada rincón de nuestras patrias empobrecidas, se iniciaba un proceso de cambios y remoción de años de desigualdad y desidia. La llegada del comandante Chávez, y posteriormente de los demás procesos sociales y políticos al poder, marcaron un hito en las transformaciones que vinieron a los países.
El saldo de deudas históricas en materia social, económica y política y la creciente conciencia de caminar en proyectos unitarios de acción y fortalecimiento político, revolucionaron el oscuro panorama y atendieron a una nueva coyuntura de avances jamás vistos en la historia.
El cambio de la correlación de fuerzas y la creciente legitimidad de los pueblos a sus mandatarios obedeció a un proyecto de unidad enmarcado en la cooperación, solidaridad, respeto y nunca más agravios. La creación de organismos alternativos como la Unasur, el Alba y la Celac cimentaron ese propósito histórico de la patria grande que soñaba Bolívar y se transformaron las relaciones de dominación de los imperios que gobernaban a nuestros pueblos como sus patios traseros. Latinoamérica constituyó su bloque de poder y activó, como bandera política, el desarrollo social.
Este modelo de inclusión definió una ruta de democratización de la riqueza que favoreció los derechos sociales de todas las familias latinoamericanas y que ha constituido un modelo de gobernabilidad para todos, el cual es, sin duda, un ejemplo para otros países que no han podido combinar crecimiento económico con desarrollo y justicia social.
Los grandes avances sociales y los desarrollos reales de las economías, industrias y mercados internos promovieron en la región crecimiento económico, empleo y buen vivir, generando un sentimiento de patriotismo colectivo que demostraba que la izquierda sabe gobernar y puede representar las amplias mayorías de la sociedad en sus políticas y acciones.
Esto constituyó nuevos procesos que se crearon al calor de la efervescencia social que mostraban que la política, efectivamente,es el espacio de servir a la gente y de favorecer sin restricción alguna a las mayorías y no a unas pequeñas minorías mezquinas que se apropiaron de las riquezas de nuestros pueblos. Chávez, en Venezuela; Néstor, en Argentina; Lula, en Brasil; Evo, en Bolivia; Correa, en Ecuador; Lugo, en Paraguay; Bachelet, en Chile; Ortega, en Nicaragua; Zelaya, en Honduras; Funes, en el Salvador. Incubaron pequeñas revoluciones sociales que hoy perduran y que los pueblos se niegan a abandonar para regresar a ese oscuro pasado.
Haber sido gobiernos con los mayores índices de desarrollo en políticas sociales, educativas, de salud, vivienda, ambiente y el paso de la democracia liberal representativa a la participativa y protagónica, atienden hoy a un proceso de generaciones que se han ido formando con otros pilares y valores, que creen en la política y que devuelven la legitimidad al pueblo como constituyente primario. Sin embargo, no podemos negar que, como en todo proceso de formación, hay errores y desaciertos, dificultades e intereses oscuros que buscan torpedear los logros.
Hoy, la insignia debe ser, precisamente, la defensa de los avances y luchas conseguidas, pero no podemos dejar de lado el gran reto que debeenfrentar la izquierda y los movimientos sociales de nuestra patria grande. Los cambios y los desafíos de las nuevas realidades que recojan concepciones que surgen desde la ciudadanía, demandando sistemas políticos diversos, incluyentes y transparentes que permitan la credibilidad y el respeto por el pueblo. Administraciones capaces de responder con celeridad a las demandas sociales y acciones contundentes para mantener la paz y estabilidad de la región. Así como nos alegramos con el triunfo de los compañeros de Brasil, en cabeza de Dilma y de Uruguay con Tabare, esperamos que con la pazColombia transite a un verdadero sistema democrático, pluralista, incluyente que responda a la deuda histórica que se tiene con las amplias mayorías.
La era está pariendo un corazón, indiscutiblemente. Un corazón que se llena de patriotismo, solidaridad, fraternidad y amor por el pueblo, la era, hoy, parió una nueva América Latina que se niega a volver al pasado y que busca que jamás los pueblos vuelvan a ser abusados, saqueados, violentados y utilizados.