A tal punto hemos llegado que los gobernantes expresan sus decisiones políticas por medios como Twitter antes que en un documento legalmente constituido para ese fin. Caso que es muy visto en el presidente de los Estados Unidos y hasta en el nuestro. Estas cuestiones no ameritan mayor problema, las redes sociales son un espacio abierto que garantiza la cercanía y la publicidad de las decisiones de las administraciones y que, además, como es que el caso de algunas entidades gubernamentales, que resuelven peticiones a la ciudadanía por este medio, resultan muy eficaces a la hora de transmitir información de interés.
Sin embargo, así como nos benefician son muy fáciles de manipular. Un caso ejemplar fue el caso de manipulación de la opinión para las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el año 2016. Tras la victoria de Donald Trump, en contra de lo que vaticinaban la mayoría de los sondeos, muchos periodistas y académicos concluyeron que buena parte del triunfo del republicano se debió a las redes sociales. Una investigación del Comité de Inteligencia del Senado de este país concluyó que en Rusia se llevó a cabo una campaña para influir en las elecciones presidenciales, enfocándose principalmente en los usuarios afroamericanos. Así se crearon publicaciones de cuentas falsas desde Rusia en Twitter, Instagram, Facebook y YouTube que generaron más de 300 millones de interacciones con internautas estadounidenses entre 2015 y 2017.
Las encuestas en línea sobre un tema o sobre la popularidad de una persona también son otro caso de ejemplo, fácilmente puede ser direccionadas hacia una opinión dando la falsa sensación de que es la opinión generalizada de la comunidad. Y lo más grave aún es que los mandatarios utilicen estas mismas para tomar decisiones, ya que como muy bien sabemos estas pueden afectar la imagen favorable de una persona, lo cual es común. Un candidato presidencial podría tener un pensamiento provida o de no adopción homoparental, pero por el temor a que esto influya en su imagen como mandatario afirmará lo contrario, asumiendo el cargo con hipocresía y contrariando su modelo de pensamiento. Y igualmente haciendo influir su pensamiento en la función pública una vez asuma el cargo.
Lo peligroso de todo lo anterior es el riesgo de manipulación de las redes, además de lo equivocado de podría resultar el gobierno de las mayorías para los grupos sociales más vulnerables. Y es que ciertamente las mayorías no siempre llegan a tener razón, estas son llevaderas a proteger un interés mayoritario no siempre común a todos.
He aquí la responsabilidad de nuestros mandatarios de tener un razonamiento independiente de lo que digan las encuestas en redes sociales. De buscar siempre la ayuda de expertos, de ser los más analítico a la hora tomar decisiones. Solo así se podrán evitar los peligros de gobernar con base a la opinión en la web, que no es mala, solo peligrosamente influenciable.