Que se fue sin bañar, que la ropa ni la lavó o que ni siquiera se peinó. Todo tipo de comentarios despertó la presencia de Shakira carilavada y en jeans junto a una Jennifer López impecablemente arreglada para la ocasión. Ciertamente, la barranquillera genera todo tipo de reacciones con algo tan banal como la ropa que se pone o deja de ponerse. En lo personal no entiendo por qué tanto alboroto. Yo veo una mujer descomplicada y segura de sí misma que no necesita mayores adornos para saberse aplaudida por su talento. Shakira ya es más que una simple cantante. La mujer de los pies descalzos es toda una filántropa que viaja por el mundo de la mano de diferentes ONGs y se reúne con jefes de Estado. En el punto donde está Shakira ya no vive de su imagen.
Todo lo contrario a Jennifer López que se va con un kilo de maquillaje encima y un atuendo de miles de dólares con el que podría alimentar a decenas de niños en la Guajira. Si bien es cierto que la neoyorquina es todo un ícono de la moda y una diva de la música a nivel mundial, su impacto llega hasta ahí. No tiene la trascendencia que tiene la colombiana -aunque muchos hasta su amor por el país ya ponen en duda-. Shakira causó tal impacto con esta aparición que de quien se habla en todo el mundo a raíz del evento es de ella, no de Jennifer López. Ciertamente la nuestra supo opacarla sin siquiera una gota de maquillaje.
Teniendo la inteligencia que tiene Shakira nada raro tendría que el presentarse así en ese evento haya sido una estrategia promocional. La barranquillera se convirtió en tendencia en varios países al instante. Generó debate y ganó miles de dólares en publicidad gratuita. Shakira sabe cómo llamar la atención y nunca da puntada sin dedal. No obstante, en Colombia, país de bendecidas y afortunadas, no tenemos la capacidad para valorar a una mujer si no tiene tacones de 15 centímetros y pestañas postizas.