Según nuestra Real Academia de la Lengua, la palabra “engatusar” quiere decir, textualmente: ganar la voluntad de alguien con halagos para conseguir de él algo. Y esto lo vienen haciendo quienes insisten en el lenguaje inclusivo.
Y nada más ni nada menos, eso es lo que están haciendo con el pueblo ciertos personajes del actual gobierno, por no decir que todos en las tres ramas del poder público, que hoy manejan a su antojo, pues desde sus posesiones se han pasado engatusando a la gente y, todos, nosotros, el pueblo y ellos, desde el gobierno sabemos qué es lo que pretenden obtener con ese engatusamiento.
No me vengan ahora con el cuento que todo hace parte de los lenguajes sociales y sus dinámicas que son cambiantes y que por tanto van dejando a su vez, ciertos cambios establecidos en las formas de ser y de actuar en las sociedades.
No. Lo del actual gobierno pertenece a las más perversas y maquiavélicas maquinaciones políticas, tratando de inocular en el pueblo ciertas palabrejas que suenan hasta bueno, que no dicen nada, pero que retumban, para bien o para mal, en los oídos de todos.
No perdamos de vista que en el juego de los lenguajes sociales han quedado enterradas para siempre formas de ser y de actuar de las sociedades modernas, que hoy se lamentan de haber dado pie, por simple “esnobismo” a estar dizque en lo que mal llamamos “posmodernismo”.
Pues bien, veamos algunos ejemplos claros de esos juegos de lenguaje, que hoy se nos impone desde el gobierno al usar expresiones tales como y, solo tomo algunas como ejemplos: “a quien envió abrazo ancestral”, expresión de Francia Márquez ante el triunfo de Lula en Brasil; “Por Dios, por todas las diosas del Olimpo, por la patria y por la matria”, dicha por nada más y nada menos que la ministra de Cultura de este país en la posesión de una ancestra o matria, yo me quedé sin saber… ¡Vaya cultura!; y seguramente hemos escuchado en estos días cientos de expresiones de este tipo, y hasta de manera ya exagerada y cansona por demás las que tienen todo un trasfondo político, o mejor, politiquero.
Una vez más recurro a la Real Academia de la Lengua, o ahora me dirán los revolucionarios, izquierdistas o progres, que esta ya no existe, en su enfermizo afán de querer hacer desaparecer lo que es institucional y real, para clarificar el significado de la palabra a ancestro, cómo mínimo de esta, pues espero que de las demás se ocupen quienes alegre y “jabrosamente”, las están utilizando.
Ancestro: Funciona normalmente como epiceno masculino. Del mismo modo que «persona» es siempre femenino y significa: antiguo, atávico, remoto, lejano, distante. Me permito un comentario al margen, relacionado con la ideología y lenguaje de género tan bien manejado por los mismos: «persona» es siempre femenino, o será que dentro del modernismo ancestral, llegará el momento en que tendremos que decir “una persona y un persono”?
Yo, personalmente, no quiero abrazos antiguos, atávicos, remotos, lejanos, distantes; yo quiero abrazos nuevos todos los días, cercanos y cálidos, de aquellos abrazos que transmitan calor y energía, acogedores y fuertes y que no separen, abrazos cariñosos, respetuosos y restauradores.
Un abrazo, es una forma de comunicación no verbal. Dependiendo de la cultura, el contexto y la relación, un abrazo te permite exteriorizar un sentimiento de amistad, afecto, amor, fraternidad o simpatía.
Por eso y por mucho más, yo no quiero abrazos ancestrales.
Pero volvamos al principio. Los colombianos, a quienes parece que en la actualidad nos ha cogido una estupidez galopante, debemos de no hacerle más el juego a esos “juegos de lenguaje”, pues todo nos lo disfrazan de ancestros, matrias, diosas del olimpo, fascismo, imperios, enemigos en el gobierno, olla raspada, perdón y olvido, reformas a todo, y a través de ese lenguaje, patético en ellos, nos van generando hasta remordimientos de conciencia, que nos llevan a pensar: definitivamente, aquí no se ha hecho nada, y eso es lo que quieren ellos con su engatusamiento a través del lenguaje, pues aparecerán en todas sus hechuras, como los únicos salvadores posibles de este hambriento, explotado, sufrido, esclavizado, ignorado, envilecido, empobrecido y violentado pueblo, como ellos lo ven y lo preconizan.
El juego de palabras, en ocasiones cantinflesco, en el discurso politiquero de la izquierda, encierra en sí mismo la más grande de las desfachateces, la ignorancia más ramplona que exista, el cinismo más contundente y una ridiculez hasta desobligante.
Que viva la revolución y que siga el engatusamiento de la estupidez por la que atraviesan, un poco más del 50% de los colombianos.