No es fácil ser un Rolling Stone. A finales de los sesenta, cuando Brian Jones, miembro fundador de la banda, moría al fondo de una piscina de su mansión en las afueras de Londres, decían que sus días estaban contados. En una decisión polémica, le cerraron la puerta a la depresión de Jones y contrataron a Mick Taylor, joven guitarrista de John Mayall para reemplazarlo. El resultado fue la seguidilla de éxitos más impresionantes que ha tenido banda alguna de rock: Sticky Fingers, Exile on main street, Let it Bleed. Nadie podía con sus Majestades Satánicas.
La banda, contra todo pronóstico, contra todas las pandemias, ha seguido en pie. Jagger cumple 78 años y tiene la misma talla de pantalón. Ni hablar de la vitalidad inquebrantable de Keith Richards, quien desde hace cincuenta años encabeza todas las listas de "El próximo rockero que morirá de sobredosis" pero los aviones deberían estar hechos del mismo material de Keith. Ron Wood, quien entró en 1975 después de la súbita renuncia de Taylor, ha tenido que lidiar con su alcoholismo y otras adicciones que lo han tenido al borde de la muerte, pero a los 73 años se conserva razonablemente bien. El problema es Charlie.
Por primera vez desde 1962 la banda saldrá sin el mítico baterista, el que es considerado por el propio Richards como, el miembro más importante que tiene la banda ya que es bajo su sonido que el resto de la banda sigue las canciones, es quien marca el ritmo. Lo reemplazará Steve Jordan, viejo baterista de jazz de la entraña de Watts.
Es difícil aceptar que nuestros ídolos se están extinguiendo. Pero la banda, sin Watts, suena a bulo, a medio fraude. Ojalá se recupere pronto de la enfermedad que súbitamente lo puso en un quirófano. Lo queremos de vuelta en la carretera. A los 80 años y al ser un Stone, tiene mucha cuerda que dar nuestro baterista favorito