Hoy sentí verdadera compasión por el joven que estaba frente a mí, parándose, sentándose, llorando, angustiado, desilusionado de la vida. Yo acababa de darle la noticia sobre su enfermedad en columna. De estrato humilde, de porte magnifico. Estudios básicos, sueños grandes —el primero de ellos se derrumbó pocos momentos atrás—.. Su sueño: ingresar en nómina como trabajador de planta en un ingenio azucarero. Con ello proyectaba mayor bienestar para su esposa y su pequeño hijo.
Llegó unos días antes por un accidente de trabajo leve, dolor de espalda al levantar un bulto de azúcar de 25 kg. "aunque ya venia con molestias, doctor", me dijo en la primera consulta. El examen clínico no hacia sospechar mayor cosa, posiblemente un espasmo muscular simple, pero —afortunada o desafortunadamente, hubo un "pero"— la molestia crónica aunada a un esfuerzo sencillo para su robusta complexión, me hizo solicitar resonancia nuclear magnética de columna lumbar. No por los rígidos protocolos de la medicina basada en la evidencia, sino por experiencia y por posible prevención de riesgos posteriores. Ni yo esperaba encontrar tanto como se encontró: a sus 27 años artrosis, discos herniados, canal estrecho, toda una patología florida, dolorosa y limitante. Sí, limitante no solo en su cuerpo, sino hacia su camino de vida, aquél que se había trazado.
Posiblemente esta patología puede hacer que la empresa a que aspiraba lo rechace —triste, pero lo vemos a diario, parece que las empresas quisieran "supermanes"—. Y, entonces, la vida da un cambio total. Las palabras de aliento caen al vacío en ese momento, y los posibles panoramas futuros no son escuchados y menos visualizados.
La enfermedad no avisa, por lo menos no avisa a tiempo, con mucha frecuencia. Otros ejemplos: el infarto al corazón puede suceder cuando la estrechez de tus arterias llega ya a más del 60%, han pasado muchos años de enfermedad antes de saber que la tenemos; sabes que puedes llevar una vida normal con solo un riñón o parte de él y la insuficiencia renal aparece en ocasiones cuando ya es necesario iniciar diálisis; el cáncer que solo avisa cuando hace metástasis como en la fractura de columna por cáncer en hueso; el mismo sida muestra que llevas años infectado con el VIH y solo cuando las defensas caen llegan las infecciones oportunistas. Sí, el cuerpo es muy resistente antes de dar síntomas de una enfermedad, la oculta mientras trata de eliminarla sin que lo sepamos.
De ahí la importancia de hacerle caso inmediato al cuerpo cuando comienza a avisarnos con pequeñas sensaciones de incomodidad, malestar, o ya con dolores francos. Exigirle al médico un diagnóstico de la causa y no solo el control de los síntomas hace que la enfermedad se detecte más temprano, aumentan las posibilidades de curar o llevar un buen control de ella, hace que el malestar sea menor en grado, intensidad y tiempo. En cambio, solo tapar los síntomas, permite que la enfermedad siga incubando.
Es un llamado a los pacientes a ser menos pacientes y exigir más, al tiempo que se llenan de vitalidad con hábitos saludables. Es un llamado a los médicos a rebelarse contra normas rígidas del sistema que limitan un ejercicio ético en todo el sentido de la palabra. Sobre todo, ahora que quieren bajarnos más y más las condiciones salariales mientras áreas muy conocidas del gobierno no ponen de su parte. Es un llamado a las empresas a ser solidarias con los seres humanos que las componen —sus empleados— y que requieren apoyo en momentos difíciles de la vida, como enfermedad y discapacidad, (no contratar o cancelar ante una deficiencia, no es la vía). En fin, un llamado a todos a unir esfuerzos en la vida, a apoyarnos, a trabajar por el SER y no por el dinero. A esto me mueve la compasión que sentí por mi paciente esta mañana.