En las últimas semanas el país ha estado agitado por la decisión de la JEP de no extraditar a Santrich y por la reciente investigación del New York Times (NYT) que puso al país en las portadas de la prensa internacional por el posible regreso de los falsos positivos.
La reacción de los actores políticos y del pueblo colombiano en general no se ha hecho esperar. Una de las reacciones que más connotación ha tenido es la de la congresista María Fernanda Cabal. En un trino publicado el 18 de mayo, la congresista aseguró en su cuenta de Twitter que el periodista del NYT encargado de la investigación había estado “de gira” con las Farc, e insinuó que las Farc habían pagado por el reportaje, al que acusó de fake news. Las declaraciones de María Fernanda Cabal seguidas por amenazas de muerte obligaron al periodista Nicholas Casey a salir del país.
Así como ella, miles de colombianos han salido en contra del periodista y en contra de uno de los medios de comunicación más importantes del mundo, The New York Times (NYT). Y qué decir de la decisión de JEP de no extraditar a Santrich, muchos fueron los que salieron a hacer declaraciones de grueso calibre.
La declaración de la congresista María Fernanda Cabal no es de sorprendernos, ya que ella nos tiene acostumbrado a este tipo de reacciones. Lo que sorprende y preocupa es la reacción de miles de colombianos de a pie buscando justificar el uso de tácticas irregulares por parte de las fuerzas armadas para lograr resultados.
En las redes sociales se ha iniciado una campaña para recordarle a los colombianos las barbaridades que ha cometido la guerrilla, el secuestro de soldados y policías, y atentados cometidos por las Farc hacen parte de este recorderis. La mayoría de las publicaciones hacen un llamado a la impiedad contra los desmovilizados de la Farc, haciendo ver que merecen cosas peores que las que ellos cometieron. Esto ha generado una oleado de reacciones llamando, más que a la justicia, a la venganza.
Colombia está pasando por una época sombría, no solo porque se reactivó el conflicto armado y las muertes sistemáticas, sino porque miles de colombianos están sumidos en el odio y la venganza.
Haciendo alarde de “justicia”, algunos actores políticos han logrado sembrar en el corazón de miles de colombianos que la verdadera paz es aquella que se logra, sometiendo, humillando y hasta asesinando al “enemigo”. Las redes sociales han sido el método más importante para transmitir este triste mensaje. Para el colombiano de a pie es simple servir de multiplicador de estos mensajes, sin darse cuenta de que más que ayudar a la construcción del país, está ayudando a generar más odio, violencia y muerte. Esta tendencia es tan fuerte en Colombia, que no discrimina religión, color de piel, edad o estatus social.
En medio de tanto odio y sed de venganza una pregunta se impone: ¿qué nos hace diferentes de aquellos que alguna vez decidieron tomar las armas?, ¿acaso de verdad creemos que la mejor forma de lograr la paz es sometiendo, humillando y hasta asesinando al “enemigo”?
Los colombianos estamos obligados a tomar una dura decisión que marcará las vidas de las futuras generaciones: seguimos ensimismados en el odio y la venganza, o sacamos todo nuestro talante y gallardía para perdonar.
La construcción de la paz no depende solo de la firma de un papel, sino más bien de la transformación que logremos colectivamente, que debe estar basada en el perdón, el respeto a la opinión y el respeto a la vida de cada colombiano.