Al recién posesionado presidente Duque, en sus escasos 4 años de gobierno (Uribe y Santos tuvieron ocho), le tocará escoger entre privilegiar su propia agenda para adelantar su ambicioso programa de gobierno resumido en el artículo publicado en la edición dominical de El Tiempo del 5 de agosto, o continuar enfrascado y dedicándole tiempo valioso a los pleitos heredados de sus predecesores girando en torno a: la investigación que la Corte Suprema de Justicia adelanta contra su principal mentor (el expresidente Uribe), las modificaciones al acuerdo de paz con las Farc y la continuación de las negociaciones iniciadas con el Eln.
Y aunque a última hora, para la segunda vuelta al carro de la victoria se le plegaron casi todos los partidos que respaldaron a Santos, entre estos la disciplina para perros no operará, pues dentro de Cambio Radical, el liberalismo y la “U”, hay congresistas dispuestos a no tragar entero y menos cuando les advirtieron que no habrá mermelada, y a debatir las propuestas de reformas que el gobierno presente en los debates donde los únicos incondicionales serán los más recalcitrantes del Centro Democrático, al estilo de las vociferantes senadoras Paloma Valencia y Cabal y del implicado en la tramoya de los testigos en la investigación a los Uribe, el congresista Prada del Huila.
Fuera de lo anterior, por primera vez y estrenando el Estatuto de Oposición, contará con una variopinta bancada de firmes y experimentados opositores encabezados por el candidato derrotado Petro, más Robledo, Cepeda, Iván Marulanda, Mockus, voceros de las Farc, entre otros dispuestos a dar debates en los recintos del Senado y la Cámara y a movilizar en las calles a sus seguidores cuando lo consideren conveniente.
Quiéralo o no al presidente Duque, quien inició su carrera administrativa con JM Santos, cuando fue ministro de Hacienda en el gobierno de Pastrana, tal como hizo este, le tocará soltársele de la coyunda al expresidente Uribe —quien aspira a seguir gobernando en la sombra como el caudillo eterno y terco que es— si quiere sacar adelante los urgentes cambios que necesita el país en aspectos tan trascendentales como la justicia, salud, educación, política, impuestos, industria y comercio, etc. Lo anterior, sin olvidar que por mandato constitucional la esencia de los acuerdos con las Farc no puede abandonarse y hay que aplicarla, así con modificaciones negociadas en el Congreso y gústele o no a él y a los sectores más radicales del Centro Democrático y de su coalición de gobierno.
Otra papa caliente que tendrá que tragarse será la de los pataleos que están dando las dictaduras constitucionales de Venezuela y Nicaragua, países con los cuales tenemos históricos diferendos por límites, que sirven de pretexto para que Maduro y Ortega calienten a sus fanáticos invocando el nacionalismo cuando lo necesiten para ocultar otros problemas.