La antesala electoral de Estados Unidos 2020 convocó a tres personajes que despiertan pasiones extremas: Trump, Uribe y Duque. El destino los reúne en el año más complejo de las últimas décadas.
Dado que el periodismo de opinión permite un abanico de especulaciones, voy con las mías. Antes dejo en claro que este servidor dio la primicia por este mismo medio con su columna: “Que Uribe se agarre del pelo si Trump pierde las elecciones”. Después de ese texto, en distintos medios nacionales e internacionales se viene abordando el tema de la mutua injerencia en asuntos de política interna entre ambos gobiernos.
Desde esta perspectiva el aparente acompañamiento del uribismo en la campaña electoral del presidente Trump despierta muchas suspicacias. Por ejemplo, deja entrever la desesperación de unos y otros. Uribe parece necesitar con urgencia un salvador, pues en su presente agobiado y en su futuro próximo incierto todo cabe, desde un fallo condenatorio de la Corte Suprema de Justicia por el actual proceso como por los venideros. El expresidente tiene enredos judiciales por supuestos nexos con el narcotráfico y el paramilitarismo. La angustia cunde en el actual gobierno colombiano en medio de una aguda crisis de gobernabilidad. Súmese a lo anterior los escándalos recientes por los abusos y desmanes de las fuerzas del orden en el país cafetero que padece una encrucijada cercana a la anarquía.
En este contexto, la asesoría del gobierno de Duque a la campaña electoral del presidente estadounidense es un arma de doble filo para las partes implicadas. Si Trump sufre un revés, la situación de Uribe en términos judiciales podría tomar el rumbo de las definiciones súbitas, obviamente en su contra. En cuanto al gobierno de Duque podría perder respaldo desde la Casa Blanca si acontece un triunfo del candidato demócrata. Y en lo que respecta a Donald Trump: tiene que estar muy desesperado para permitir que el discurso alarmista de Uribe llegue a la primera potencia mundial, a la nación que es referente para las democracias del mundo. Me refiero al paranoico mensaje de que Estados Unidos podría convertirse en otra Venezuela.
Este mundo está tan loco y al revés y tan manipulado por la mentira, que, sin lugar a dudas muchos se tragarán tamaña estupidez. Es el increíble retorno del recontra trillado “castrochavismo” que ha usufructuado hasta extremos inverosímiles el señor Uribe. Lo paradójico es que Colombia vive una situación política social y un drama humanitario muy semejante, sino peor que el de Venezuela en tiempos de un gobierno uribista. La profecía del líder del Centro Democrático se cumplió no en un mandato de Gustavo Petro, sino en el de su pupilo Iván Duque. Ojalá a Estados Unidos no le pase lo mismo, porque un principio espiritual dice que uno atrae precisamente lo que teme.
Por último, no lo duden: Trump está jugando con fuego al querer usufructuar el mismo discurso que tiene a Colombia sumergida en una incertidumbre y violencia generalizada, la cual no se vivía desde hace décadas. Sí, Trump empuercó su campaña electoral al admitir y practicar consejos de un personaje que está en la mira de la justicia por supuestos crímenes de guerra.
Posdata. Una vez salga por las buenas, o por las malas, Donald Trump de la Casa Blanca (él mismo no ha confirmado si aceptará una eventual derrota) es muy probable que los “duques” y los “uribes” de la política desaparezcan del mapa político para beneficio de lo que entendemos por humanidad.