Todo parecía ser un día normal en esta Medellín que me recibió con los brazos abiertos, con sus árboles coloridos que nos ofrecen su sombra, su transporte eficiente y sus rostros sonrientes.
El recorrido de todas las mañanas me llevó por la avenida 80, he sido testigo de cómo las obras, que, en tiempo récord, se han entregado a la ciudad, han mejorado la movilidad y claro, la vida de todas aquellas personas que convivimos en esta ciudad.
Es un momento importante para la ciudad y sus habitantes, que durante tanto tiempo dependieron de las decisiones que provenían del Ubérrimo, para bien o para mal, la gente se acostumbró a eso, es claro que el señor Uribe ha ejercido poder en el departamento y la ciudad por más de cuatro décadas, desde el momento en que fue destituido del cargo de alcalde por sus nexos con el narcotráfico, en la presidencia de Belisario Betancur, por allá en 1982, hasta hoy, que pretende imponer presidente contando con un reducto de votantes fieles, como feligreses, que no cuestionan nada de lo que él les dice.
En las calles se ven buses, taxis y algunos carros con los microperforados del candidato de Duque/Uribe, muchas vallas en toda la ciudad, que al parecer están siendo investigadas por el Consejo Nacional Electoral, pues la campaña de Gutiérrez se excedió en el número de permitidas. De igual forma las estaciones de servicio Primax han puesto una gigantesca valla en cada estación, generando una contaminación visual insoportable en la ciudad.
Recorriendo la ciudad no se encuentran los “voluntarios” que entregan publicidad, como sí se vieron en la campaña al Congreso, en esta oportunidad, es como si la campaña de Gutiérrez no les despertara el fervor que sintieron con las parlamentarias, o quizá que los Congresistas que acompañan al candidato de la extrema derecha, ya se dan por perdidos y no quieren apostar para perder.
En los barrios populares se siente un despertar del sentimiento de dignidad, ese que quizá estuvo adormilado por el temor que representaba levantar la voz bajo la mirada tutelar de las bandas delincuenciales, pero hoy el viento sopla a su favor y son centenares de personas que se levantan para reclamar sus derechos, para exigir un cambio, ya están cansados/as de soportar en silencio como siempre los que pagan los platos rotos son los pobres de siempre.
En el otro extremo encontramos a la “gente de bien”, muchos de ellos ven con malos ojos, quizá sin entender, un cambio en Colombia, creen que perderán sus privilegios, que les expropiaran sus apartamentos y sus carros de lujos, se quedan en “la cantaleta uribista” del castrochavismo, sin dedicarle unos minutos de su preciado tiempo a leer y entender las propuestas que promueven otras campañas, sus miedos infundados los lleva a un alto nivel de irracionalidad e irritabilidad, son agresivos, violentos y pretenden imponer a la fuerza unos argumentos que no son suyos. Ellos/as son víctimas de un pensamiento autoritario, que pretendió imponer el Estado de Opinión como ruta.
Pero lejos estábamos que fuera un día normal o tranquilo, por lo menos; en horas de la tarde, la señora Margarita Cabello, la procuradora general de la nación, le informó a la sociedad desde la cuenta oficial de Twitter que suspendía al Alcalde Daniel Quintero de sus funciones como alcalde de Medellín, bajo la premisa que iniciaba investigación por presunta intervención en política.
Las redes reventaron, la indignación nuevamente se tomó las avenidas virtuales, y desde todas las trincheras lanzaban gritos de apoyo a Quintero y rechazo al uribismo. Un reducido grupo de uribistas aplaudían, pero ni los medios corporativos que están al servicio del gobierno se atrevieron a celebrar las acciones de la procuradora, al contrario, desde la mayoría de los micrófonos y salas de edición dejaron ver el descontento por la medida tomada contra Quintero. Es importante aclarar aquí que la actitud de los medios está relacionada a la frase con la que cerró Gustavo Gómez hoy su editorial en 6 am “la procuradora Cabello, por un pelo, salvó y llevó a Petro a la primera magistratura”.
Ellos, los medios y el poder que está detrás de ellos, saben perfectamente que la señora Cabello, desesperada por las presiones de algunos uribistas, como la señora Guerra, tomó la peor de las decisiones, suspender a Quintero, pasando por encima de la CIDH; sabiendo que se ha hecho la de la vista gorda ante atroces intervenciones en política del Comandante de las Fuerzas Armadas y claro, las reiteradas participaciones del hoy sombrío y turbio presidente Duque; incluso sus propias indebidas intervenciones que tan mal han caído en la sociedad.
La señora Cabello, tan uribista, tan defensora de los clanes de la costa, tan cercana a la Abudinen y tan silenciosa ante semejante desfalco, tan bien puesta y tan amiga de la “gente de bien”, hoy es la prueba del desespero que tiene en este momento un sector político que siente como pierde el poder después de 20 años.
Ella que está haciendo todo menos lo que le ordena la Constitución, pues va en contravía de los lineamientos trazados por la nefasta presidencia de Duque. Ella está logrando que la gente diga “no más” y salga masivamente el 29 a votar en contra de un proyecto que tiene a Colombia en la pobreza, en uno de los más altos niveles de desempleo y en la inflación más alta de los últimos años. Un proyecto que desató los amarres de la guerra para ver si pescaba en río revuelto, pero que lo único que logró fue un baño de sangre y sembrar temor principalmente en Antioquia.
Ante estos hechos que nos agobian y terminando el día, no nos queda más alternativa que traer la frase del poeta mayor, Mario Benedetti Cuando los odios andan sueltos, uno ama en defensa propia.