La Elvira: entramado de sueño y realidad

La Elvira: entramado de sueño y realidad

Un grupo de personas visitó esta zona veredal para romper con los imaginarios y enfrentar cara a cara los prejuicios que tenían sobre las Farc

Por: Red Latiendo
junio 01, 2017
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La Elvira: entramado de sueño y realidad

Las FARC-EP y el gobierno Colombiano en un colosal esfuerzo por cesar el sonido aturdidor de las balas,y los gemidos de dolor proyectados a través de las gargantas de los dolientes se sentaron por más de cinco años a negociar la mejor y más justa forma de acabar un conflicto armado que ha dejado un sin número de víctimas físicas y psicológicas. De esta manera surgió la necesidad de trazar una hoja de ruta que nos condujera por el camino de la paz, que más que ser un camino es un derecho, una obligación y una responsabilidad que tenemos todas y todos.

Para el sábado 1 de abril del 2017 —mientras los más corruptos y cínicos politiqueros colombianos convocaban a una marcha en contra de la “Corrupción”— por convocatoria del grupo “Convergencia por la paz” se cuadró una subida a la zona veredal transitoria y de normalización (ZVTN) Carlos Patiño, en el municipio de Buenos Aires (Cauca) – vereda la Elvira. A esta acudieron un aproximado de 200 personas, miembros de la población civil, las cuales en medio de un carnaval de banderas blancas y tambores que retumbaban al son de la paz. Llegaron en 5 chivas que transmitían esa particular alegría popular de quienes decidían darse la oportunidad de romper con imaginarios y enfrentar cara a cara a ese temor, nacido del prejuicio creado por los medios de comunicación desinformadores. Y así empezó lo que fue el mejor carnaval de todos, el de la paz.

Un carnaval lleno de juegos y sonrisas, de preguntas incomodas y certeras, que a su vez se hacían necesarias, ya que esta era la forma más adecuada para empezar a romper imaginarios y establecer vínculos, los cuales sin duda alguna se lograron dar. Gente llena de amor y paciencia, dispuesta a responder cuanta inquietud surgiera, ya fuera sobre la organización o sobre sus vidas. Un encuentro de seres humanos con otros seres humanos, que no podían contener la alegría que les daba al ver que no les tenían miedo, sino que por el contrario había un cariño y una aceptación que permitían que se reconocieran entre todos como personas que sienten, que aman, que sufren, que se alegran y se enojan. Descubren que en verdad no hay nada distinto, más que la apariencia física, pero que de resto eran todos iguales.

Mujeres, niños, hombres, incluso animales, se dieron a la tarea de impregnar de paz y felicidad el paisaje más hermoso que los ojos de cualquier persona pudieran ver. Las imponentes pero tranquilas montañas colombianas, escenario de las cosas más bonitas que la naturaleza puede darnos (la fauna, la flora, el agua, los alimentos), y también el hogar de miles de campesinos, que desde la resistencia y la lucha, han dado muestras enormes de lo que se llama dignidad. Allí, en ese lugar mágico, donde la neblina te cubre el cuerpo como una manta helada que invita (y casi que obliga) a buscar al otro para pedirle algo de su calor, eso, ahí mismo, se dio un encuentro de dos o mas mundos distintos, llenos de diversos saberes, sentimientos, ideas, dudas e incertidumbres, pero sobre todo, llenos de amor y tolerancia.

Un verdadero espacio de reconocimiento y reconciliación, porque si bien no todos somos víctimas directas del conflicto, si somos personas sobre las cuales de una u otra manera la historia de nuestro país ha dejado una huella imborrable, sobre la cual debemos trabajar, para forjarnos así una identidad que permita asimilarnos como hermanas y hermanos, víctimas de las circunstancias acaecidas a raíz de la disputa por el poder entre sectores hegemónicos que defienden una clase a la cual ellos representan.

Y así, de esta manera es que se puede decir de forma clara y segura, que la Elvira significa un espacio de transformación, de encuentro, de fraternidad, de reconocimiento, de amor, de alegría y de nostalgia. Si, también nostalgia, porque muchas personas no lograron vivir esta nueva etapa de nuestras vidas como colombianos, porque muchos posibles docentes, músicos, bailarines y bailarinas, actrices, futbolistas, científicos, carpinteros, médicos, enfermeros, hermanas y hermanos, compañeras y compañeros, fueron callados por el frío metal del proyectil, que decidió no darles más oportunidades para soñar y luchar por esos sueños.

Nostalgia por aquellos que querían vivir, y que la situación del país no se los permitió; nostalgia porque por los intereses de seres mezquinos y egoístas muchas carcajadas y risotadas no volverán a retumbar en los oídos de sus seres queridos, que se conformarán con el leve recuerdo que se tatuara en sus mentes y corazones. Pero, por tal razón es que la Elvira también es un espacio de transformación, porque se da la posibilidad de que cambiemos vidas (incluyendo las nuestras) y la de las futuras generaciones, que de ahora en adelante construirán paz y materializaran sueños; esos sueños por los que tantos Colombianos entregaron hasta lo último de su ser.

Forjaremos la apuesta por la vida y consolidaremos la lucha incansable por la paz, amaremos la posibilidad del hoy y caminaremos con seguridad hacia el mañana, evocaremos la poesía más bella que se pudo haber escrito sobre la unidad de los pueblos, y soñaremos más que nunca con una Colombia digna para todas y todos. En este entramado de sueño y realidad construiremos el día a día hasta que nuestras manos dejen de servir para empuñar armas y solo sirvan para labrar la vida y la tierra.

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