La elegante tortura que significa ser carguero en Semana Santa

La elegante tortura que significa ser carguero en Semana Santa

Para muchos significa una distinción tan glamurosa como pertenecer a un club social

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marzo 27, 2018
La elegante tortura que significa ser carguero en Semana Santa

La Semana Santa no es tan santa como seguramente se concibió. Es más una época donde buena parte de la sociedad aprovecha para hacer turismo, fiestas, paseos, compras, negocios, comercialización, rebusque, etc. Otra parte, más relegada intenta con buen juicio comprometerse con sus principios religiosos. Y otro sector que se considera “representativo”, piadoso o penitente hace parte protagónica de demostraciones procesionales, una especie de teatro que recrea los últimos días de Jesús. En ese marco son comunes los “gladiadores” que soportan pesadas imágenes que exhiben en solemnes paradas religiosas.

 La Semana Santa de mayor renombre en Colombia es la de Popayán, donde la tradición de “cargar” es centenaria. Ese es el acto de sobrellevar sobre los hombros una parte del gran peso de una anda que representa un pasaje de la pasión de Cristo. Teóricamente emulan algo el sufrimiento que se supone padeció Jesús en su camino al Gólgota. Se trata de un acto público para mostrar un sacrificio, un gran sobreesfuerzo que bordea con la flagelación. Igualmente es parte de una gran postal que válidamente se vende almundo fortaleciendo la imagen y tradición de una ciudad que debería tener más reconocimiento nacional e internacional, por su historia.

 Pero veamos, un evento de estos, ¿hasta dónde es un genuino acto de contrición con devoción? ¿Qué sucedería si a los cargueros popayanejos, se les exige usar el capirote (capucha para cubrir la cabeza) como en Sevilla? ¿Pasaría una porción del anónimo sacrificio a otras manos? Parte del honor de cargar está en el reconocimiento público en los famosos cortejos. Tradición que se hereda y en la cual participa una minoría "privilegiada". Pero estos desfiles existen en muchos pueblos de Latinoamérica y, por lo tanto, cargueros de Semana Santa.

 Más que una devoción, un ritual, cargar un paso religioso es un desafío físico que exige preparación apropiada por el riesgo de exponerse a severas lesiones. Un enorme altar de unos 480 kilogramos (por poner un ejemplor similar) se distribuye simétricamente entre los hombros de ocho personas. Cada una soporta una carga de 60 kilos y en un desplazamiento de 2.000 metros, la fuerza total acumulada es de unas ¡120 toneladas por individuo! Algo descomunal para un organismo corriente. Es necesario hacerlo con espacios de recuperación para recargar de ATP (adenosín trifosfato) los músculos comprometidos.

 El ATP es la moneda energética del organismo humano, una fuente de energía que se halla en los músculos en pequeñas cantidades. Sirve para esfuerzos intensos de corta duración que no permiten oxigenación muscular, produciendo como residuo ácido láctico, el responsable del cansancio y el dolor. Con pausas de descanso o momentos de recuperación, el ATP se resintetiza y permite renudar el esfuerzo.

 El gasto calórico necesario para cargar en una procesión de unos dos kilómetros es bajo, está entre 200 y 250 kilocalorías. Equivale a trotar unos 20 minutos. El carguero, en un trayecto de esta distancia a mínima velocidad, no alcanza a emplear sus reservas energéticas de glucógeno (una especie de almidón presente en el hígado y los músculos) ni de grasa. Aunque es significativa la pérdida de líquidos debido a la baja regulación de la temperatura que la impide la cantidad de ropa que los cubren, la baja velocidad que no permite ventilación y el elevado estrés.

 Estar preparado para oficiar como carguero en Semana Santa significa acondicionar el cuerpo para resistir una colosal sobrecarga, pero más aún, para hacerse el menor daño posible. El mayor impacto está en los hombros, la columna lumbar, los tobillos y las rodillas. Pero especialmente es la columna la que más padece, por un alto riesgo de hernias, desviaciones y desgastes. Entre las lesiones frecuentes pueden presentarse además: artrosis en la columna; tendinitis y bursitis en el hombro; esguinces, artrosis y bursitis en la rodilla, etc. Es conveniente tomar precauciones con una mínima preparación y estar apto para resistir este sobrepeso penitenciario con cierto disfrute, ya que el gran Arquitecto jamás exige la flagelación, ni el daño corporal. No es raro que estas personas terminen con una osteoartrosis (gran desgaste y degeneramiento articular).

 Es pertinente que quienes se someten a este calvario tengan en cuenta unas mínimas recomendaciones. Entre ellas, tener buena condición física basada en entrenamiento aeróbico. Igualmente, fortalecer la musculatura de los brazos, los hombros, la espalda y las piernas, para prevenir la sobrecarga exagerada en la columna. Nunca ingerir bebidas alcohólicas antes ni durante los desfiles, ya que aumenta el ácido láctico y el riesgo de deshidratación. La fuerza debe recaer sobre los hombros, los brazos y las piernas cuyos músculos deben soportar el peso para evitar recarga sobre la columna. De esta manera gana el alma, y el cuerpo no pierde demasiado; o no deja de ser más que una flagelación legitimada, aceptada y aprobada como tantas otras situaciones que podrían ser cuestionables. Salud y reflexión en Semana Santa.

 Apostilla: la Iglesia Católica veda (y con razón) a penitentes que se flagelan en Santo Tomás (Colombia) y en las Filipinas. ¿No debería ocurrir algo similar con quienes se torturan con glamour?

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