A pesar de la pandemia, el movimiento ciudadano del 21N (2019) continuó su desarrollo el 28A (2021) por iniciativa de los sindicatos, pero con el protagonismo y la furia espontánea de la ciudadanía.
Su excusa fue inicialmente el lesivo proyecto de reforma tributaria, presentado en un momento inoportuno, pero sin duda que era la continuación de la furia acumulada por el cansancio de un modelo político y económico que no representa a las mayorías, y que se perpetúa sin llevar a cabo los cambios estructurales que el pueblo en la calle clama históricamente, la corrupción del régimen y los malos gobiernos.
De esta manera, las protestas fueron desbordando las tradicionales marchas de los trabajadores a las que estábamos acostumbrados, que marchaban varias horas y terminaban en las plazas principales de las ciudades sin ningún resultado efectivo. A los tradicionales sindicatos esta vez se sumaron millares de jóvenes y ciudadanos inconformes y hastiados del estado de cosas, sin distingo político, racial, de edad, condición económica, especialmente los dos primeros meses de protestas.
Quizás una de las fallas principales del movimiento ciudadano que se evidenciaba con el paso de los días y los meses era la ausencia de liderazgos, y una amorfa y desarticulada representación. Si bien se constituyó un comité de paro, este tenía intereses gremiales muy concretos, pero no había un proyecto colectivo construido democráticamente y desde las bases ciudadanas. Con el paso del tiempo se quedaron solos los sindicalistas de las centrales obreras sin mayor legitimidad ni representación y con una agenda claramente política, en la que se rescatan algunas propuestas coyunturales, especialmente para paliar las dificultades de pobreza de gran parte de la población afectada por la pandemia, como la renta básica, entre otros.
Se cayó un ministro, pasó la reforma tributaria un poco menos lesiva, el Decreto 1174 del pago por horas quedó pendiente mas no se cayó, y, paradójicamente, se negoció un pliego de peticiones con las centrales obreras y unas mayorías sindicales tradicionales apoyaron al gobierno a cambio de la aprobación de unas peticiones laborales que no son nada transcendentes en la materia.
Lo verdaderamente sustancial de las protestas, las causas del malestar y la furia ciudadana, los cambios estructurales del poder y los factores de la corrupción, una verdadera democracia con justica social, el cambio de modelo político y económico, la implementación de un verdadero estado social de derecho, la igualdad de oportunidades y la superación del clientelismo, reformas a la justicia y la construcción de una verdadera paz no estuvieron en la agenda de los autoelegidos representantes del paro ni menos del gobierno. Los diálogos entre el gobierno y los representantes del paro fue un diálogo de sordos con agendas disímiles, sin liderazgos de parte y parte y con un subpresidente que se debió haber caído.
Al contrario, el gobierno acudió a la violencia brutal de la policía que derivó en graves violaciones de los derechos humanos, millares de heridos y decenas de muertos, violencia que fue rechazada por todo el mundo y que dio lugar a un informe contundente del Comité de Derechos Humanos de la OEA, que fue tildado de tendencioso e ideológico por el gobierno. Luego vinieron actos de vandalismo que le quitaron respaldo ciudadano a la mayor protesta ciudadana en toda la historia del país.
El gobierno finalmente crea unos consejos de juventud que no corresponden a las reales causas de las protestas y construye unas falsas expectativas entre los jóvenes ávidos de cambios.
Queda para el análisis de los científicos sociales el establecer lo que verdaderamente pasó con el histórico 28 A-2021 como continuidad del 21N-2019 y que la frágil memoria del pueblo no olvide que puso a temblar el régimen y al subpresidente.
La revolución ciudadana ha quedado en modo continuará, y tal vez las próximas elecciones serán un próximo capítulo.