La educación pública que queremos

La educación pública que queremos

"Es impresentable que en pleno siglo XX se sigan lavando cerebros inocentes en las aulas de Chile en nombre de una iglesia o un credo particular"

Por: Noé Felipe Bastías
marzo 19, 2021
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La educación pública que queremos

Señor Carlos Díaz Marchant, presidente del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile, le escribo para felicitarle por la intervención suya en la jornada La educación pública que queremos, organizada recientemente por el Centro de Investigación para la Educación Inclusiva, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile. ¡En mi opinión, su ponencia fue magistral, maestro Díaz Marchant!

Sintonizando del todo con su exposición, y dado que, de seguro, por factores de tiempo usted no pudo profundizar en el siguiente asunto, y si me permite, yo nada más quería acotar que esa formación integral que usted defiende y reclama en su brillante y valiente disertación no es posible mientras no se intervenga el fraude educativo-mercantil “concertacionista” dominante de la Jornada Escolar Completa (JEC). Porque, quienes estamos familiarizados con la escuela, y que queremos una escuela que eduque para la felicidad y el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes (NNA) de este país, sabemos que la JEC atenta contra ello y que, por lo mismo, esto es un fraude.

La JEC embaucó a un país entero en los 90 toda vez que ofreció felicidad a escolares por las jornadas de las tardes en las escuelas pero terminó desde su primer o segundo año de implementación por reducir neoliberalmente y necrófilamente la vida, los cuerpos, la mente, las emociones y el bienestar de los escolares de Chile a pura competitividad, estrés, cortisol y ránking.

Quién no sabe que la invención e implantación de la JEC vino sospechosamente de la mano de la consolidación definitiva del modelo neoliberal —modelo que no es solo económico sino sobre todo un ideario de persona y sociedad—; modelo instalado a sangre y fuego por Pinochet y sus secuaces; modelo que impera sin contrapesos hasta el día de hoy.

Declarar que los escolares del país sean felices en sus escuelas por las tardes, no es más que asumir el quijotesco pero jamás imposible desafío de hacer real, ¡y por fin!, lo que falazmente prometió y predicó la JEC a escolares y a apoderados de Chile por allá por los 90, esto es, cuando nacía la JEC: de que sí es posible lograr que las y los escolares se desarrollen integralmente y que crezcan en lo académico pero que al mismo tiempo disfruten de instancias escolares formativas no académicas y no adultistas tales como talleres de felicidad, de artes, de creatividad, de imaginación, de teatro, de juegos, de deportes, de música, de danza, de yoga, de robótica por las tardes en sus colegios.

Revisar y transformar esa JEC enfermante equivale a ponerle término, por tanto, a esa lógica adultocéntrica, antidemocrática, patriarcal, de mercado, amputadora de lo humano y necrófila que trajo consigo, precisamente, la JEC del ránking, y que se enquistó en las escuelas en contra de la salud y el desarrollo integral de las y los escolares del país.

Es cierto, admirable doctor Carlos Díaz, revisar y refundar la JEC adultocéntrica y su tiranía escolar horaria del ránking y más ránking (ránking que ha operado en contra de la felicidad y la salud de miles de estudiantes de Chile) suena, como dije arriba, a quijotismo; digamos que a utopía. ¡Claro, por cierto, no resulta nada fácil transformar algo que se ha instalado en las escuelas como algo “natural”! Hacerlo, por lo demás, implicaría tocarle uno de los becerritos de oro más preciados que tienen para sí los amos de Chile, pues sin esta versión de la JEC, la que ha dominado por décadas en las escuelas, no sé si esos amos hubiesen sido capaces de consolidar su sistema productivo y financiero de ganancias y ganancias y más ganancias.

La orden unilateral, adultocéntrica e inconsulta, repetitidísima y casi obsesiva del Ministro de Educación, de que “vuelvan las ovejitas” ahora ya a su redil y a sus “establos”, pregunto, ¿no huele acaso a una reacción casi desesperada para que los amos del país puedan seguir sacando lana y leche a costas de miles y miles de cabritas y corderitos escolarmente embutidos en la Jornada Escolar Completa del ránking, embutimiento que es “garantía sin pérdidas” de que así, y sólo así, su maquinaria neoliberal deshumanizante funciona y seguirá funcionando a la perfección y por los siglos de los siglos amén?

Volviendo a la JEC: transformar esta jornada —refiero a su forma y fondo, a su estructura, a su modo de actuación en las escuelas, a sus interminables horarios lectivos para NNA—, jornada diseñada desde un adultocentrismo que no atiende ni entiende (ni le importa) lo que sientan NNA, implica hacernos cargo de un problema que no es sólo un problema escolar o educativo ni de largos horarios de clases, maestro Díaz, y usted lo sabe. En la intervención y transformación de la JEC se juega el abordaje, la atención y la intervención de un problema largamente desatendido y que es, literalmente, un problema de salud pública para Chile. Porque la JEC, así como está instalada, así como ha venido operando en las escuelas, viene hace años causando estragos en la salud y el bienestar (o malestar) mental, emocional, corporal y existencial de cientos de seres humanos, es decir de miles y miles de niños y jóvenes cuyas existencias áulicas han estado sometidas por años a un maquinismo ultracompetitivo, hiperestresante y de adiestramiento canino en pro de la competitividad individualista y del “éxito” infeliz del ránking.

Si la Jornada Escolar Completa del ránking continúa sin inmutarse de aquí en adelante con su tiranía incorregible del “más de lo mismo”—o sea, fabricando más competición entre niños/niñas; más competición entre escuelas y colegios; más y más presión adultista brutal ejercida sin compasión sobre unos escolares que son puramente máquinas para esta JEC neoliberal de la competitividad exacerbada—, este país entero terminará entonces en unos años más enfermo y gritando sobre una cornisa de 100 metros de altura “¡me voy a tiraaaar!” (…) ¡Si es que ya no está enfermo más de la mitad de Chile en su cuerpo y alma gracias a esa educación deshumanizante y agobiante del ránking mercantilizante de la existencia y que en rigor ha regido sin contrapesos en las escuelas durante casi treinta años y como una extensión natural del militarismo que lo controló absolutamente todo y que precedió a esa JEC inventada en plena “democracia” por esos “demócratas” que nos juraron, desde los 90, que “la alegría ya venía para Chile”!

Pero volviendo a su magistral y valiente ponencia, Dr. Díaz, déjeme aclararle que lo dicho hasta aquí por mí no es una crítica; ¡en lo absoluto! ¡En el fondo estoy haciéndole un reconocimiento a su persona y a su notable coraje como educador para la transformación social y el cambio! Desde hoy lo admiro, doctor y maestro; sobre todo por su compromiso con la educación integral y sobre todo por el detalle que cito a continuación.

Es la primera vez, en toda nuestra historia republicana y educativa que un presidente del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile tiene los cojones o los huevos para tocar lo intocable en este país; es decir, para defender, declarativamente, no sólo la formación integral de NNA sino la educación laica. En rigor, no puede haber educación integral auténtica sin educación laica. Gracias por ello, maestro Carlos Díaz; pues cualquier ser civilizado y adulto sabe que indoctrinar con religiones a niñas y a niños en las escuelas resulta tanto peor que someterlos a esa JEC del ránking que aquí denuncio.

Digámoslo con todas sus letras y sin envolver las palabras en papel celofán: indoctrinar con religiones a las y los escolares de Chile en las aulas es medievalmente insólito, y no solo eso, sino que ello constituye una inmoralidad ejecutada “a la descuidada” por el mundo adulto pues la inocencia infanto-juvenil no reparará jamás en esta trampa medieval que somete y manipula sus cerebros y sus conciencias en las escuelas.

Intervenir y transformar la JEC pasa también, entonces, por un cambio en el currículum escolar, pues resulta éticamente insostenible que ninguna autoridad civil le haya puesto freno hasta aquí a una signatura llamada “religión” que, para colmo, fue implantada por la fuerza en las escuelas del país en 1984 vía Decreto milico Nº 924; decreto que consagró, desde los tiempos de la dictadura hasta el presente, una forma de abuso infantil del que toda la institucionalidad estatal y adulta de Chile es cómplice.

Es impresentable, pues, que en pleno siglo XXI, y por orden de unos militares siniestros y sus cómplices civiles (no pocos de los cuales son hoy gobierno), se sigan lavando cerebros inocentes en las aulas de nuestro país en nombre de una iglesia o un credo particular y en detrimento de la diversidad de creencias religiosas y laicas que habitan y cohabitan en las aulas del país, y que esta nefastez —ya como el colmo de los colmos— opere bajo el “gentil” patrocinio financiero y económico del propio Estado de Chile. Todo esto, obviamente, viola, sin pudor, y flagrantemente, la libertad de conciencia que, en tanto derecho humano, asiste todos los escolares de Chile; escolares que se educan (y que nos educan a los profes) en un estado que se declara constitucionalmente laico desde el año 1925.

Respecto de ello, le digo más todavía, profesor Díaz: su coraje y valentía es triple pues usted habla sobre la urgencia de una educación laica en una actividad organizada por una Universidad Confesional Pontificia y a la vez católica, con todo lo que ello implica en este país. Se le agradece, de paso, y por cierto, también a la Universidad Católica de Valparaíso, por abrir instancias de reflexión humana, laica y pedagógicas como estas (“la educación pública que queremos”); institución formativa superior que, supongo, asumió a priori, y con gran coraje, el riesgo de que se les colara alguna ponencia incómoda; como la suya, estimable Dr. Díaz Marchant; ponencia que, para mí, en todo caso, es más valiente que incómoda. ¿Pero incómoda? Lo aclaro.

Digo incómoda por esto: porque su ponencia de seguro desencajó a los guardianes y voceros de esa religión patriarcal, hegemónica y negadora del otro/otra/otre que ha operado históricamente en Chile en alianza con los patronos de esta comarca desde la fundación de ésta y usando el nombre de “Dios” para aplastar al más “débil”, maestro Díaz; patronos entre los que también se incluyen esos ultrafanáticos integristas evangélicos como lo son Kast y la patota de fariseos hipócritas ultrapinochetistas que persiguen a la Defensora de la Niñez. Me imagino el escozor que debió causar su ponencia en los patronos de Chile cuando usted exigió una educación laica en esa ponencia suya; mismos patronos, ultrarreligiosos y de misa dominical, que son parte de esa tropa que quemó ayer nomás vivos a dos seres humanos de luz llamados Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri —seres humanos de carne, de hueso y de sangre vivientes— y cuyos ojos juveniles queman por la eternidad la conciencia pútrida de estos dueños de Chile; mismos patronos que fueron a dejar ofrendas florales anteayer al busto de un general genocida de lata pura y que luego, ya por la noche, envían casi a escondidas a sus soldaditos a tocarle la corneta a este becerrito metálico montado por ese general genocida; busto que es moralmente un puñado de chatarra y que fue extirpado de cuajo desde la Plaza Dignidad a petición de todo un pueblo pues otro Chile se está abriendo paso en este tiempo, y en gran medida gracias a los sueños que ha empuñado nuestra juventud; sueños que ni décadas de imperio de esa JEC del ránking neoliberal que aquí denuncio fueron capaces de acallar, amordazar e inmovilizar; juventud hermosa y soñadora y cuya felicidad es inconcebible para esos patronos ultracreyentes y necrófilos; patronos que operan obviamente detrás de las cabinas de mando de la JEC y del modelo “educativo” dominante e infeliz del ránking que nos rige.

En resumidas cuentas, y para decirlo en términos bien chilensis, si no se interviene la estafa educativo-mercantil “concertacionista” y neoliberal dominante y deshumanizante de la JEC del ránking (incluyendo en ello la modificación curricular y la eliminación de todo adoctrinamiento catequético y homilético confesionalista en las aulas), la escuela infeliz del ránking le seguirá jodiendo la salud y la vida a generaciones enteras de seres humanos en esta comarca llamada Chile. ¡Disculpe mi chilenismo, respetable y querido profesor Díaz Marchant! Es que los costos y consecuencias de todo eso para la salud emocional, psicológica, corporal, cívica, espiritual y existencial de un país pluriétnico, plurinacional, multidiverso, no sexista, laico y multirreligioso como lo es ese Chile que hoy se abre paso, serán brutales si no se interviene ahora a esa educación alienante y enfermante denunciada aquí y que usted de alguna manera expone en su brillante y valiente ponencia, gran profesor Carlos Díaz; ponencia suya que ha inspirado la presente carta y el reconocimiento que le tributo aquí a través de ésta.

En definitiva, la JEC enfermante del ránking, así como está diseñada, y la vulneración del derecho humano a la libertad de conciencia, derecho que asiste a todo NNA en Chile, derecho violentado por indoctrinamientos religiosos confesionales y adultistas en las propias aulas, nada tienen que ver con la educación pública que queremos.

¡Gracias nuevamente, doctor y maestro valiente, señor Carlos Díaz Marchant! ¡Me saco el sombrero ante su honestidad intelectual, académica, humana y ética! Como dicen los alumnos: ¡Usted es legal, profe!

Posdata. ¿Acaso es imposible que niñas, niños y adolescentes (NNA), una vez que regresen a sus escuelas, puedan ser felices en estas escuelas por las tardes? ¿Acaso es imposible que mis estimados colegas de “religión” puedan impartir Formación Valórica en vez de Religión en las escuelas de Chile? La religión a las iglesias; la educación a las escuelas, ¡por favor!

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