Está claro que debemos encaminar el desarrollo de políticas públicas en educación que garanticen este derecho fundamental.
Aun así sabemos, sin muchos análisis, que en países como Colombia la tasa de personas no escolarizadas es persistente, lo que hace que la finalización de la educación media y secundaria se mantenga en niveles por debajo de los objetivos, que afectarán las futuras generaciones.
El documento, titulado Reducir la pobreza mundial a través de la educación primaria y secundaria universal, se publicó antes del Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas y se centró en la erradicación de la pobreza en pos de la agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Además, ahí se exalta la importancia de la educación como el camino para acabar con la pobreza en todas las formas existentes.
Pues bien, estos análisis deben ser de vital importancia para todos los actores que hacemos parte de la educación, aquellos que luchamos por la equidad social y que añoramos un planeta educado, donde sin duda la preparación es el camino de un mundo lleno de pocas oportunidades.
En el análisis del impacto de la educación sobre la pobreza realizado por la Unesco, rescatamos los datos que se arrojan en los efectos promedio de la educación sobre el crecimiento y la reducción de la pobreza en los países en desarrollo de 1965 a 2010. De hecho, el estudio muestra "que cerca de 60 millones de personas podrían escapar de la pobreza si todos los adultos tuvieran tan solo dos años más de escolaridad. Si todos los adultos terminaran la educación secundaria, 420 millones de personas podrían salir de la pobreza, reduciendo el número total de personas pobres en más de un 50% a nivel mundial y en casi dos tercios en África Subsahariana y Asia Meridional".
Además, se señala que: "Los estudios han demostrado que la educación tiene repercusiones directas e indirectas tanto en el crecimiento económico como en la pobreza. La educación proporciona habilidades que aumentan las oportunidades laborales y los ingresos, al tiempo que ayuda a proteger a las personas de vulnerabilidades socioeconómicas. Una expansión más equitativa de la educación reduciría la desigualdad y elevaría a los pobres del peldaño más bajo de la escala".
Podemos entonces saber con claridad cuál es el camino.
A razón de todo esto surgen inquietudes acerca de nuestras políticas de estado: ¿Qué hace el sistema para combatir la deserción, sobre todo en las zonas más apartadas de Colombia? ¿Si se satisface la alimentación de nuestros estudiantes para que puedan enfrentarse a los retos escolares? ¿Si estamos encaminando la educación basándonos en hechos concretos? ¿Según este estudio direccionamos grandes esfuerzos educativos a los departamentos con mayor índice de pobreza como La Guajira y Chocó? ¿Por qué aunque se elevan los presupuestos no se refleja en los resultados y la satisfacción de la población?
No dudando de las capacidades de nuestros gobernantes, este estudio lo resaltamos con el ánimo de seguir acelerando las políticas educativas hacia objetivos concretos y sobre todo a manera de reflexión en buena fe, aprovechando datos de relevancia donde podemos atacar las flaquezas y puntos neurálgicos, que nos lleven a ser una nación educada, con oportunidades, equidad social para todos nuestros habitantes y con índices de pobrezas en un mínimo posible.
La educación es el camino para nuevas oportunidades.