“…Hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación
de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños,
frente al esplendor y la hermosura de su ahogado…”
Gabriel G. Márquez.
La imaginación es una forma de verdad en la literatura y en el cuento “el ahogado más hermoso del mundo” de Gabriel G. Márquez se da un hecho particular y es la aparición de un héroe singular que se define por la capacidad de hacer y crear nuevos sucesos en un pueblo literal de la costa caribe (Para Jacques Lacan: lo literal es la muerte), un muerto que revela la falta de eros y declara la penuria de una población solamente con su presencia; y en ese mismo hilo conductor podemos afirmar que la pandemia actual por coronavirus Covid -19 es ese acontecimiento atípico que nos obliga a mirar nuestra condición humana, la sociedad y lo que hemos venido realizando en nuestro quehacer profesional en materia educativa, una especie de reflejo propio que nos muestra las manchas de nuestra piel, la amarilles de los dientes, la catarata en los ojos y demás peculiaridades y que cuantiosas veces evadimos notar pero cuando lo hacemos es posible que sintamos lo que diría el filósofo Danés Soren Kierkegaard “temor y temblor” o simplemente la la gota fría de la existencia, pero es ahí donde se forja lo que se denomina experiencia humana.
Pues bien, lo que menos pretendo es caer en palabrerías o recetas de lo que hay que hacer frente a esta realidad, pero ello no me impide decir que en Colombia los profesores en este contexto de pandemia mundial no podemos derrochar la oportunidad de imaginar, reinventarnos, recuperar la voluntad, el deseo y la comunidad; no se puede malgastar la oportunidad de vivir y aprender de esta experiencia independientemente de si las circunstancias son favorables o no. En este momento muchos maestros y maestras están nutriendo su personalidad (el yo) con este evento único que seguramente nos conduce a la propia conciencia e identidad; en mi caso como maestro tal vez lo que más agradezco es que me haya sacado de esa lógica repetitiva donde yacía, esa rutina terrible sin imaginación, esa figura literal sinónimo de ruina y creo que el escritor Frank Kafka (La metamorfosis) desde su lógica narrativa expresaría: “por fin te diste cuenta que te habías convertido en un monstruoso escarabajo” y de otro lado, Ray Bradbury (Cuento el Vino del estío) diría: “por fin descubriste que el abuelo y tu papá no lo saben todo…No lo olvides… estas vivo…”
Por ello estamos en estos días de confinamiento conversando con muertos ilustres en todos los campos del conocimiento, con héroes fundadores y antihéroes, creando una nueva geografía, un nuevo habitad, escribiendo, arando esa tierra seca macondiana, recuperando la salud cultural, porque es posible que la pandemia sea una desgracia afortunada y una ganancia en parte en términos de educación, es factible que si, por que lo que esta pasando ahora no nos había pasado nunca en nuestro vivir, situación inaudita que nos tiene perplejos y estamos haciendo cosas que antes no concebíamos. Si bien es cierto, en Colombia se vienen haciendo diagnósticos sobre los problemas de la educación por parte de expertos pedagógicos mostrando los problemas fundamentales y lo que se debería hacer pero todo sigue mas o menos igual, cautivos de ese cerrado sistema educativo que sigue dando prioridad a los contenidos y la memoria descontextualizada, por ejemplo es bueno preguntarnos ¿Cómo se están conectando los saberes de las diferentes áreas del conocimiento con la pandemia actual?, no obstante un número significativo de maestros llevan años tratando de vencer imposibilidades creadas por el mismo régimen para evitar la transformación, resaltando que en el ejercicio práctico diversos maestros han buscado alternativas pedagógicas distintas, se han juntado con el otro, han pedido ayuda y han apostado a unos procesos de enseñanzas diferentes en los estudiantes; eso es loable y no se pueden condenar los esfuerzo pedagógicos del pasado.
Pues bien, en esta situación de tintes Kafkianos-Macondianos que han cambiado la forma de trabajar en los maestros, el entorno de los estudiantes y el marco de las familias tal vez debamos concientizarnos que todos somos protagonistas en este cuento y en toda historia decorosa hay crisis, cambios, sufrimientos, drama y al final de la narración nadie será inocente, sobre todo en nuestro contexto Colombiano donde la gran brecha social se traduce en grieta digital afectando a maestros, estudiantes y padres de familia por igual, pero echémosle sal al aguacate y mostremos primero lo benéfico de los que han podido efectuar un buen trabajo pedagógico virtual, empezando con los estudiantes de quienes hay que decir que un gran sector asume con responsabilidad su formación, gana en autonomía, pensamiento crítico y analítico ante la desmesura informativa, encontrando nuevas formas de expresión, mayor libertad de participación, sacando provecho de sus mejores preceptores, aprendiendo a aprender, utilizando y disfrutando de los medios digitales.
En segundo lugar, los maestros que en un porcentaje significativo acompañan a sus estudiantes a lo largo y ancho de la geografía nacional a través de los medios digitales, realizan esfuerzos para no estar debajo de la exigencia pedagógica digital de la época, escriben a los educandos con periodicidad haciéndoles saber que no están solos, de paso analizan las prioridades formativas en los alumnos, replanteando nuevas cuestiones pedagógicas, adaptándose a las circunstancias y aprendiendo de colegas y estudiantes, ellos en su mayoría saben que el aprendizaje es permanente en la vida y algunos están trabajando para que sus estudiantes relacionen sus saberes con la realidad pandémica; por su parte, los padres de familias tejen nuevas relaciones familiares con sus hijos, efectuando un fuerte apoyo hasta donde les alcanzan sus tiempos, circunstancias y voluntad, el hogar se convirtió en espacio límite del entorno educativo, en un lugar para redescubrir afectos, valores y solidaridad, abrir otras posibilidades, escudriñar rincones, participar de los diferentes medios tecnológicos audiovisuales comunes, desempolvar el rompecabezas y el ajedrez, ver cine conjuntamente, conocer gustos musicales entre otras cosas.
Ahora, echémosle limón a la herida y miremos la otra cara de la moneda que es la enorme desigualdad social e inequidad del país donde esa orientación virtual, educación libre, autónoma, participativa y demás no tiene cabida, estrictamente no existe. La pandemia llegó y mostró que la inversión económica en medios tecnológicos, en internet, en computadoras, en Televisión, emisoras públicas y en general la virtualidad es irrisoria; y si hablamos de educación rural es una tragedia que muestra la fisonomía más precaria, centenares de hogares sin internet, sin computadoras, con pobreza extrema en Chocó, Guajira y Sucre solo para nombrar algunos territorios, sin medios electrónicos básicos como celulares, padres y madres que no saben cómo orientar o acompañar a sus hijos, sin solvencia económica, sin enseres o medios que ayuden a sobrellevar el confinamiento y aprender un poco y así podemos continuar, mostrando una vez más la frágil inversión financiera por parte de un estado ruin que ha ensanchado la grieta social por años, gracias a modelos de desarrollos depredadores de la naturaleza y la vida.
Finalmente, la tensión es evidente entre una realidad educativa digital precaria y una realidad educativa digital que pretende hacer lo posible e imposible por generar nuevos escenarios de enseñanza y aprendizajes (tiene su foco en las principales ciudades), lo cierto es que no podemos repetir lo que hizo el noble coronel Macondiano que no realizo nada distinto si no esperar durante cincuenta y seis años una ilusión que no lo condujo a nada, la opción es rehacernos ya para mejorar y continuar luchando por una mejor educación, porque al gobierno actual no le interesa y que mejor que sacar provecho de las ideas, las reflexiones, del escenario, del deseo de hacer de la practica pedagógica algo mejor, de despertar ese eros en lo que hacemos como educadores y seguir develando las grandes grietas de la educación en Colombia a ver si de una vez por todas despertamos esa conciencia general que logre ver esa desolación propia del país donde vivimos que es el mismo que nos habla el Gabo en su cuento.