No nos han enseñado a aprender y esto es más evidente cada día, especialmente en estas semanas de cuarentena, que han mostrado que no estamos listos para afrontar las necesidades de los estudiantes de hoy y mucho menos las de los del mañana. Este tema de la virtualización de las aulas, que es tan criticado, ha sacado lo peor de un sistema educativo que de por sí es precario, y esto no se trata de hallar culpables sino de reflexionar, repensar y corregir, es decir, llevar a la acción.
Debemos admitir que los profesores no están listos para la virtualización. Empezando porque muchos de ellos no saben usar un video beam, mucho menos herramientas como zoom, Google meet o Teams. Adicional a esto nunca los han instruido en pedagogía virtual, o por lo menos a la mayoría. Los que sí saben usar las herramientas caen en el mismo error de las clases presenciales, se limitan a dar información recitada y la interacción se inclina únicamente a resolver dudas. No crean que esto es nuevo, este problema viene de mucho tiempo atrás, con la idea de que el profesor es el erudito dueño del conocimiento y el estudiante es un ente pasivo que está en la clase para salir de la ignorancia.
Por parte de los estudiantes el problema no es menor. Muchos acusan que no pagaron para que les den clases virtuales, que pagaron por educación de calidad. Pero acaso ¿la educación virtual no puede ser de calidad? Y si la respuesta es NO ¿Por qué no? Mas aún teniendo en cuenta que toda la información la tenemos hoy al alcance de un clic. Entonces la tarea de nosotros es no solo exigir sino dar soluciones a los problemas de la virtualización y hacer del salón de clase un sistema colaborativo en el que todos seamos protagonistas, incluyendo al profesor.
Hay que hablar también de los problemas de conectividad en el país, ya que la mayoría de estudiantes ni siquiera disponen de un computador y conexión a internet para recibir sus clases y es un desafío que el gobierno debe afrontar, ya que estas herramientas hoy en día son vitales y es casi imposible mantenerse actualizado en cualquier campo sin disponer de ellas.
Con todo esto la posibilidad de que las cosas en materia de educación salgan bien durante la pandemia es mínima, en resumidas cuentas, estamos intentando hacer una torta sin harina y sin huevos, y los estudiantes y profesores que tienen los ingredientes no tienen la receta. El desafío es que estos días de educación mediocre nos sirvan para ponernos los pantalones y arreglar un problema que viene ocurriendo durante siglos, además de no olvidar en el camino que una gran aliada es la tecnología.