Dice el presidente de Ecopetrol, en entrevista con Semana, que la pandemia “aceleró la transición”; al tiempo afirma, que, a 2050, el 50 % de la canasta energética dependerá del petróleo y del gas. Su contradictoria idea de “aceleración” y transición “ordenada” con “un petróleo importante en 20, 30, 40 años” desconoce la creciente conciencia global sobre la crisis climática, como se evidencia en la encuesta realizada por Naciones Unidas a 1,22 millones de personas en 50 países, donde vive el 56 % de la población del planeta, en la que el 64 % de los encuestados responde que el cambio climático representa una emergencia sobre la que se debe actuar de manera urgente. Hace ya largo tiempo que los mercados asimilan y reflejan esta realidad como factor determinante del precio del barril: un camino del petróleo y del gas en idéntico sentido al del carbón, que los convertirá en “activos obsoletos”, situación alarmante no solo en términos económicos sino ambientales ante la perspectiva de quiebras que generen abandonos masivos de infraestructuras petroleras, como sucede hoy con el fracking en algunos estados de los Estados Unidos, impactos a perpetuidad que harían aún más distópicas las perspectivas del futuro.
La transición del presidente Bayón corresponde a la imagen del perro que persigue su cola: insiste en los mismos combustibles fósiles sin entender que el mundo debe, como lo sugiere el término, transitar: ¡pero se trata de hacerlo lejos de ellos! En la entrevista habla del “Parque solar Castilla”, más de 54.000 páneles que generan 21 MW en Castilla la Nueva (Meta), proyecto que “evitará la emisión de más de 150.000 toneladas de CO2 en 15 años”. Actualizando los datos de una columna anterior, la electricidad producida alimenta los equipos destinados a la misma extracción, sin dar cuenta de las emisiones asociadas a los 90.000 barriles diarios que salen del campo, estimadas en 35.000 toneladas de CO2 al día. Lo que no cuenta Bayón es que las emisiones “evitadas” en 15 años por el proyecto equivalen a poco más de 4 días de extracción de crudo del campo. Sería difícil pensar que el presidente no entiende que los hidrocarburos que se extraen en Colombia, sin importar si se queman en la misma China, causan igual destrucción en nuestro país, que el año pasado padeció incluso, por primera vez, el embate de un huracán grado 5, que aún tiene sumidos en la desgracia a los habitantes de Providencia.
Afortunadamente, la verdadera Ecopetrol son las trabajadoras y trabajadores que lo fundaron y lo han formado, muchos agrupados en la Unión Sindical Obrera (USO), que, nacida en 1923, y en su gran segunda huelga, con el apoyo de diversos sectores populares, generó el ambiente de discusión y movilización alrededor de la nacionalización de la industria petrolera colombiana que posibilitó la reversión de la concesión de Mares y la posterior fundación de la Empresa Colombiana de Petróleos. En otro evento de equivalente magnitud histórica, único además en el sindicalismo petrolero global, su mayor organismo decisorio, la Asamblea Nacional de delegadas y delegados, resolvió en noviembre de 2019 rechazar el fracking, aunque se tratara del mismo petróleo fuente de subsistencia de quienes representa. Y no solo eso: hoy demandan la necesidad de combatir el cambio climático y acelerar la transición energética en un ejercicio que parta por compensar las deudas sociales y ambientales de más de un siglo de explotación petrolera, mirando el futuro de Ecopetrol como empresa pública que lidere la transición en Latinoamérica; así lo afirmaron en su intervención en apoyo al proyecto de ley de prohibición de explotación de no convencionales que se debate por estos días en la Comisión V de la Cámara.
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Alejarse de cualquier intención de explotar los yacimientos no convencionales y utilizar las reservas actuales para apalancar la salida de ellos en los siguientes 10 años, como es claro para la USO
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No es el manejo de emisiones ni de efluentes, ni proyectos solares para abaratar costos de levantamiento y extraer los mismos contaminantes, como lo entiende Bayón; se trata de avanzar en una primera decisión: alejarse de cualquier intención de explotar los yacimientos no convencionales y utilizar las reservas actuales para apalancar la salida de ellos en los siguientes 10 años, como es claro para la USO. Ecopetrol como patrimonio de la nación, debe estar al servicio de todas y todos: ese es su mandato superior, más allá de un presidente o una junta directiva que rinden cuentas al gobierno de turno. Por eso, el sindicato no se queda en la discusión del fracking: aboga por una prohibición a los no convencionales pensando en los 25.000 trabajadores petroleros, “en la transformación de la vocación de los municipios, en la reconversión de la mano de obra y del tejido empresarial y en protección social para desempleados y población mayor vulnerable”. En postulados como estos, fundamos la esperanza de una construcción colectiva que enfrente de manera efectiva y urgente la crisis climática, que entienda la necesidad de dejar la mayor parte de las fósiles enterradas, sin recurrir a las trampas de la “carbono neutralidad”.
Publicada originalmente el 18 de marzo 2021