La economía samaria muere lentamente

La economía samaria muere lentamente

Santa Marta no tiene una economía dinámica, más allá del turismo y de la exportación de carbón y banano...

Por: Iván David Correa Acosta
marzo 01, 2021
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La economía samaria muere lentamente
Foto: Pixabay

Mientras me desplazaba en dirección hacia el corregimiento de Minca el pasado fin de semana, pude notar, además de los ya sedientos ramajales de bosques en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta a causa de la sequía que por estos días gobierna a la Perla de América, la cantidad de invasiones de terrenos que ha habido en la vía y que en cuestión de meses se han instalado en varios puntos a orillas de la carretera. Esto evidencia una situación social apremiante en la ciudad. Y esta no es la primera, ni tampoco es la última. Las invasiones en la ciudad de Santa Marta han aumentado en los últimos años debido a un problema subyacente, el cual es la causa completa de esta situación que no pasa de ser un síntoma más de un mal mayor: la falta de oportunidades en Santa Marta.

El problema no es solo de ahora, se remonta hacia la década de los 50, cuando las invasiones en la ciudad eran el pan de cada día. Los caciques políticos, dueños de grandes hectáreas en lotes baldíos, decidían regalar a familias de escasos recursos estas tierras, todo con propósitos electorales. Se reducía a la ecuación: regalar lote + familias en busca de hogar = una gran cantidad de votos. Una ecuación mezquina y completamente asquerosa, pero que fue el paisaje de la ciudad a lo largo de todos estos años, y que aún hoy en día sigue vigente. La vivienda en la ciudad para familias que huyen de la violencia campesina en su mayoría es negociada y usada con fines electorales, una realidad absolutamente incuestionable en el vivir samario, pero aquí seguimos con solo una de las causas, no por la causa mayor y que es aún más inquebrantable.

La falta de empleo en la bahía más linda de América es el cruel y desconsolante diario vivir para nosotros los samarios. La falta de industria y de empresas que le aporten dinamismo a la economía nos han tenido siempre dependiendo de algunas empresas que monopolizan por completo la oferta de empleo, e inclusive el sector público hace parte de aquellas que monopolizan esa oferta. Santa Marta no tiene una economía dinámica, más allá del turismo y de la exportación de carbón y banano, e inclusive las oficinas administrativas de algunas de estas empresas ni siquiera se encuentran aquí, se encuentran en Barranquilla, Cartagena y hasta en Bogotá, una realidad adversa y sofocante para la mano de obra local.

La inversión extranjera, la inversión social, en fin, la palabra inversión apenas en estos años es que hemos logrado entenderla con retazos, poco a poco la economía se dinamiza, pero a pasos de tortuga. Mientras ciudades como Barranquilla, Valledupar, Montería, por solo mencionar ejemplos de la Costa Caribe, logran una economía y una generación de empleo con números al alza, además de una subida en los índices de infraestructura ya sea de vivienda o de uso comercial, la inversión se siente, se ve y se palpa. En Santa Marta vemos el caso contrario, vemos que cada vez que una marca llega, hay dos que se van, la capacidad adquisitiva del samario promedio es muy reducida y a esto se suma la falta de oportunidades de empleo, lo que es completamente inaudito en una urbe que es portuaria y que tiene de los puertos más completos de Latinoamérica, increíble que una ciudad con salida a puerto tenga una industria incipiente y casi que nula.

Y a esto también le sumamos además de las causas anteriores, una causa que es igual de importante e imperante: la ausencia del Estado en muchos de los casos anteriormente vistos. El Estado en el departamento y en el distrito se ve representado en la gobernación y en la Alcaldía que desde tiempos históricos no ha hecho nada para evitar estas invasiones además de no elaborar una política de vivienda social clara para estas familias, ya que además de que el Plan de Ordenamiento Territorial en estos casos es solo un mero adorno, no hay una política social de vivienda para que estas familias puedan tener un techo seguro y legal, además de estar en condiciones mejores.

En síntesis, la situación económica de Santa Marta se encuentra en paisajes grises, acrecentado ahora por la pandemia del COVID-19 que agravó la crisis que la economía samaria viene sufriendo desde la partida de la United Fruit Company a finales de los años 50; además de la llegada masiva de miles de venezolanos, cuya fuente de empleo legal debido a su estatus migratorio es insuficiente, lo que afecta aún más la situación. La Secretaría de Desarrollo Económico de la ciudad tiene que pronunciarse al respecto, generar políticas de empleo serias y justas, además de una inversión privada con garantías de emplear a mano de obra local.

Mi mirada hacia las invasiones no se reduce solamente al hecho de que personas están invadiendo lotes, sino hacia la causa principal de estas: la creciente falta de empleo lleva a muchas personas a tener que rebuscarse de manera informal, lo cual nos tiene en los primeros lugares del país en materia de informalidad laboral. Todo programa de gobierno en Santa Marta debe tener esto de presente para poder reparar el enorme daño que a la economía samaria le ha hecho la desidia, la mezquindad y la falta de acción de los entes gubernamentales. Hay que curar esta herida de una vez por todas para que lo que pueda ver en mis recorridos sean familias felices con un techo seguro y legal sobre sus cabezas, y con un empleo justo donde puedan darle el sustento que merecen a esas familias.

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