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De todo lo que se dijo y se prometió por los dignatarios de los casi doscientos países que asistieron a la conferencia sobre Cambio Climático, COP 26, es muy seguro que en la próxima reunión (cuando se haga el balance de lo hablado y prometido) el avance no sea tan significativo para todo lo que hay que remover, y todo estará patas arriba si el ambiente (lo ecológico) está subordinado a lo económico —cuando para nuestra supervivencia en la tierra debiera ser al revés: la casa (el oikos de los griegos)—.
Al mirar el planeta con los glaciales derretidos y los mares saturados de basuras plásticas resultante del febril consumismo y las tímidas respuestas de los gobiernos para frenar el perverso material de un solo uso nada pinta bien.
Como corolario no podemos esperar algo distinto al descrito por Eduardo Galeano: "El hombre es el único ser de la creación que corta la rama del árbol donde está sentado".
¿Cuándo se pasará del escenario tímido de cobrar impuestos mínimos por las bolsas de los supermercados y se prohibirán las de un solo uso?
Las iniciativas que había en el Congreso para frenarlas se frenaron; la pandemia exacerbó la situación, pero frente al basurero que hemos construido, con los rellenos sanitarios reventados y los ecosistemas desconectados, se necesita que las iniciativas que están sobre la mesa se tomen ya.
La economía sin casa cuidada solo les sirve a las alimañas.