El "cre-cimiento" impulsado por combustibles fósiles ocultó el costo de todo lo "conta-minado". Hoy, el minado de datos —cimiento de la nueva economía— es tóxico (para la sociedad), poluciona (el ambiente) y su robo es la práctica delictiva más rentable.
Según el Retorno Energético de la Inversión (EROI), los fósiles consumían menos energía que la que producían. No conozco indicador comparable para la información, aunque su efecto multiplicador estaría garantizado por la creciente virulencia, clonación y bajasta de la mensajería (Free Scale Network) y tecnología (Ley de Moore).
Paradoja de Solow, la información empoderaba y las TIC progresaban, pero involucionamos según ilustran los primitivos "petroglifos digitales" y las tendencias adictivas como la "de-pendencia" (riña). Además, la información eligió la permutación moldear a modelar.
Sofisticamos los medios y degeneramos los fines. Parecemos desubicados, aunque disponemos de precisos sistemas de navegación; somos impuntuales, pese a la precisión atómica (Deep Space, NASA); tenemos más memoria (RAM + Nube), pero somos "acumuladores" y nuestros archivos parecen versiones 4.0 del Memorioso (Borges, 1942).
No depuramos. Nuestros dispositivos y la nube tienen sobrepoblación por indiferencia, capricho o burocracia; quizás la inteligencia artificial pueda ayudarnos a elegir qué archivos, correos o chats podemos desechar, porque son redundantes, nunca los utilizamos o pasaron de moda.
También por tradición, el vigente mito multitarea o la irreversible convergencia tecnológica, luchamos contra las inagotables bandejas de entrada, y el aparentemente obsoleto e-mail, mientras tratamos de seguirle el ritmo a las ambiguas y urgentes redes de mensajería, cuyo volumen, caos y pobre realimentación, agobia a cualquiera.
Mientras en la web se clama por el olvido como derecho, porque “porque a él pertenece el paraíso” (Nietzsche), el verbo "arrobar", cuyo símbolo se utiliza para enviar mensajes en redes (@), significa embelesar, robar y enajenar (RAE). Convengamos que estas malogradas acepciones son pertinentes, considerando tanto contenido viral y la moderna epidemia de “neurosis experimental” (Pavlov).
Es curioso que en la economía moderna nos identifiquemos mediante una palabra con la que transaban productos agrícolas. Como sea, las tendencias se miden con números y el # marca su unidad de peso.
Conviene agregar que la inercia TIC contribuye también al "calentamiento" global (Clicking Clean: A Green Internet?, Greenpeace, 2017), pues, además de la basura electrónica, los centros de datos nunca se apagan, y consumen energía adicional para mantenerse atemperados y conservar copias de seguridad. Así, tomando el legado del plástico, los bits configuraron nuevos continentes, "socio-degradantes" y no "bio-degradables".
La economía digital es la más grande y contaminante del planeta; su frontera y huella es tan difícil de rastrear y calcular como la experiencia que nos ha dejado la de carbono. Por demás, aunque ha movilizado a la sociedad hacia el principio del "cero papel", también ha nublado la pertinencia de la comunicación, además del rol que juegan la redacción, la ortografía y hasta la cordialidad.
Para reflexionar, recomiendo Historia del zoo (Albee).
