Una dura prueba la espera al sindicalismo colombiano en la mesa de concertación sobre reforma laboral convocada por el Ministerio del Trabajo, en la que tendrán un papel a jugar junto a gobierno y empresarios y no como simples consuetas de la participación formal.
Los temas a tratar son de fondo y representarán el futuro de la contratación laboral en el país, hoy de capa caída al ser suplantada por efectos de la tercerización y de la prevalencia del contrato de prestación de servicios, con las que el empresariado le hizo el quite a la legislación laboral de cuya añosidad se queja.
Pero no se puede ir tampoco con la tradicional posición del no a todo, que ha caracterizado la política de negociación del sindicalismo tradicional imbuido por la lucha de clases como principio; el sindicalismo también debe evolucionar y entender que es el bienestar de todos los trabajadores el que está en juego, afiliados y no afiliados a las organizaciones de cualquier nivel, militantes o no de las causas políticas de la dirigencia; de hecho, el fortalecimiento del sindicalismo entra en el temario de la mesa y representa una vieja aspiración, acabar con la atomización del movimiento, que ha permitido su debilitamiento institucional histórico y motivado no solo por estrategias de “la patronal”, sino muchas veces por el mismo canibalismo de dirigentes radicales.
Aquí vale la pena recordar la experiencia vivida en los años 90, cuando Sintraelecol presentó el primer pliego unificado de peticiones de los trabajadores del sector eléctrico, intento que después se diluyó en ambiguos y poco transparentes contratos sindicales que terminaron sin pena, ni gloria con la privatización de las empresas; esta era una realidad que no podía detenerse con gritos, marchas y consignas y que el sindicalismo no supo manejar para garantizar derechos colectivos de los trabajadores, en no pocos casos los mismos sindicatos o trabajadores terminaron siendo contratistas de las empresas.
Pero volviendo al tema, debe señalarse que la prevención del sindicalismo frente a estas propuestas de reformas laborales no son gratuitas, retomando lo dicho por la señora Ministra del Trabajo Alicia Arango, el Código Sustantivo del Trabajo lleva 50 años, pero de desconocimiento por gran parte del sector empresarial, que ha logrado reformas en el 90, 93 y 2002, modificando las condiciones de contratación y los derechos económicos y sociales de los trabajadores, sin que los empresarios a cambio hayan incrementado la formalidad laboral; como si la informalidad, que hoy supera el 60% de la población en capacidad laboral, fuera la excusa permanente para presionar más reformas a su favor.
Y no es una letanía de la izquierda o sindical, es una realidad que ha sido cuestionada incluso por entidades tan respetables como la Fundación Corona, creada por la familia Echavarría Olózaga, sobre quienes no puede tenderse manto de duda o de señalamientos de socialistoides para descalificarlos; dicha fundación se ha encargado reiteradamente de demostrar probadamente cómo nuestra dirigencia empresarial pretende mantener políticas y prácticas de relaciones laborales del siglo XIX, culpando al sindicalismo y a los trabajadores de todos los males de la empresa colombiana.
La Fundación Corona ha señalado con acierto que los problemas de productividad en el país no están relacionados con la inflexibilidad de la normatividad laboral, sino que hay razones atribuibles al mismo empresariado como la ausencia de procesos reales de talento humano: “La relación negativa entre talento humano y productividad, en este sentido, se da por la ausencia de procesos de selección y retención de personas basados en las necesidades de desempeño y competencias específicas que requiere cada cargo. Por el contrario, las empresas suelen utilizar criterios formales de selección como el nivel de escolaridad, la experiencia previa, las recomendaciones o los estudios de seguridad, por citar algunos, que no garantizan necesariamente que las personas vinculadas sepan y puedan hacer lo que necesita la empresa”.
Frente a ese panorama no es muy atractiva la propuesta del Mintrabajo y una parte del sector empresarial de establecer el contrato laboral por horas como alternativa de reducción de costos laborales y como figura excepcional para los nuevos trabajadores, así se introdujo el contrato civil o comercial de prestación de servicios que reemplazó el contrato laboral, hoy prácticamente desueto.
La tendencia a descentralizar actividades de la empresa mediante el teletrabajo y la tan mencionada tercerización de procesos, que hacen parte de la llamada economía naranja, está llena de vacíos legales y la experiencia ha demostrado que el sector empresarial los sabe aprovechar hábilmente para hacerle el quite a las regulaciones laborales; así las cosas, el sindicalismo debe llenarse de argumentos sólidos para sustentar sus posiciones frente a esa propuesta.
El trabajo por horas cabe dentro de la regulación del contrato a término fijo o por obra, que se requiera modificar esa normatividad es un asunto distinto a incluir una nueva faceta de desregularización del trabajo, que sin duda simplemente va a legalizar la informalidad existente como forma de trabajo en perjuicio de los sectores más vulnerables en un país donde las empresas no se han preocupado mucho por la preparación del trabajador para afrontar los cambios que imponen los desarrollos tecnológicos.
Lo de los costos laborales para el empresario también deben ser objeto de discusión, si los empresarios se preocuparan por mejorar la calidad del trabajo y el estímulo al talento humano, mejorarían la productividad superando con creces esos costos que tanto les preocupan, como ha demostrado la Fundación Corona puede hacerse.
No hay que echarle más gasolina a la hoguera de la inconformidad social alentada con justas o injustas razones, utilizada por sectores para atacar el modelo de Estado e incentivar el odio de clases como medio político.Todos los sectores convocados a esa mesa de concertación deben asistir con ánimo constructivo y no solamente alentados por el deseo de incrementar las ganancias del sector empresarial o mantener un status quo por puro prurito; al fin y al cabo, parece que al sector empresarial solo le preocupa flexibilizar la normatividad laboral para hacer más fáciles los despidos y formalizar lo que llaman trabajo agregado.
En eso reside precisamente el fin de grandes empresas que perduraron hasta la llamada apertura económica de Gaviria Trujillo; creer que el modelo paternalista de las relaciones laborales debía dar paso a las reglas del “capitalismo salvaje” que deshumanizó el empleo, teorías tan de boga en las facultades de economía y administración de empresas desde esas datas.