En 1969, durante la segunda edición del Festival de la Leyenda Vallenata, Lisandro Meza perdió la final de la competencia contra Nicolás Mendoza, un artista no tan conocido que lo superaba en talento, pero ese día, el público no aplaudió al ganador, sino al querido cantante y acordeonista que suena cada diciembre con sus éxitos.
Ese día Lisandro Meza se ganó el apodo de ‘El rey sin corona’ que lo acompaña hasta la actualidad. No sólo porque ese día triunfó sin ser el mejor, sino porque nunca ha logrado ganar el Festival de la Leyenda Vallenata. En 1978, sí ganó una contienda musical en Sincelejo que lo coronó como ‘Rey del acordeón’.
Lisandro Meza pasó su vida batallando, tanto con adversarios musicales como con la salud. Meza sobrevivió a ocho accidentes automovilísticos y otro tipo de percances.
Uno de estos choques lo vivió en compañía de su hijo Lisandro Jr., que conducía el vehículo en el que se trasladaban, pero patinó y chocó contra un árbol. Entonces, el cantante sólo se fracturó un brazo.
Otra vez se tropezó en un tercer piso en Ecuador y cayó sobre una construcción donde había unas varillas que se le incrustaron en los cachetes. El músico cree que nada de esto es casual e incluso dice que le han hecho brujería.
Hace años también manifestó haber tenido que buscar asistencia médica en Perú, aunque no dio muchos detalles, simplemente lo relacionó con la edad y dijo que como artista de trayectoria tenía que pensar un poco más en él que en su amado público.
Pasó los últimos años alejado de los escenarios y radicado en su municipio natal, Los Palmitos, en el departamento de Sucre. El 6 de diciembre fue internado en una clínica de Sincelejo por una isquemia cerebral que le causó una hemorragia interna. Desde que ingresó a la clínica su pronóstico fue reservado. La batalla definitiva la perdió este 23 de diciembre. Lisandro Meza murió con 86 años cumplidos.
Lisandro Meza sigue hospitalizado: este es el estado de salud del juglar vallenatohttps://t.co/pQmBqv86iV
— Noticias Caracol (@NoticiasCaracol) December 11, 2023
Vida y obra en canciones
Cuando Lisandro Meza tenía 14 años conoció a Pedro Socarrás, un empleado de la finca La Armenia, propiedad de su padre, que tocaba el acordeón. El señor Raimundo Meza era aserrador y en su hacienda tenía alrededor de 150 trabajadores a su cargo. El adolescente era uno de ellos y colaboraba como vigilante.
Lisandro Meza aprovechaba los momentos en que Pedro Socarrás no estaba utilizando su acordeón para practicar con el instrumento y fue así cómo, sin que nadie estuviera al tanto de sus aprendizajes musicales, el joven fue desarrollando su talento.
Un día Raimundo ofreció una fiesta en la finca y en medio de las risas y el alcohol, el joven Lisandro comenzó a tocar. Había nacido un nuevo juglar vallenato. Esa noche, Lisandro Meza interpretó reconocidos clásicos como La cumbia cienaguera, La hija de Amaranto o El alto del Rosario.
Poco tiempo después, comenzó a componer sus propias canciones como Aroma de las flores y El saludo con la que comenzó a disparar su popularidad. Durante esos años, también se dice que, tocando la guacharaca, acompañó al célebre Alejo Durán.
En los años sesenta, cuando el artista nacido en el corregimiento El Piñal del municipio Los Palmitos, en el Departamento de Sucre, tuvo su momento de consagración, más precisamente cuando formó parte de Los Corraleros del Majagual, una agrupación de música tropical colombiana, que se caracterizó por el uso del acordeón y de la guacharaca.
En la primera etapa de esta agrupación que inmortalizó éxitos pachangueros como Suéltala pa’ que se defienda y Hace un mes. Lo acompañaban en la formación Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez, César Castro Jerez y Daniel Montes, aunque más adelante se sumaron otros músicos como los hermanos Hernán y Armando Hernández.
El nombre Los Corraleros del Majagual se le ocurrió a Antonio Fuentes, dueño de Discos Fuentes, quien les dio su primer contrato con una casa discográfica reconocida.
En los años siguientes, lanzó más canciones como solista. En esta etapa no sólo interpretó géneros tropicales como la cumbia y el vallenato, sino como la salsa, que años más tarde retomó, también por sugerencia de Antonio Fuentes, con una agrupación llamada Lisandro Meza y su Combo Gigante.
Entre los éxitos que, durante los años sesenta lanzó como solista se le recuerdan Entre rejas y Baracunatana, inspirada en una expresión que alguna vez escuchó durante su paso por Maicao.
Durante la década del ochenta, Lisandro sí dejó Los Corraleros del Majagual, pero para formar Los Hijos de Niña Luz, una agrupación musical inspirada en su esposa Luz María Domínguez Quiroz, en la que algunos de sus hijos también participaron como integrantes. La cumbia Las tapas fue el primer éxito que grabaron.
Primero se la ofreció a Joe Arroyo y puso al salsero a cantarla, pero el Lisandro sintió que la canción no era para él.
Las tapas fue la canción más importante de la Feria de Cali del año 1980, pero Meza también recibió ese reconocimiento por La matica en 1983, A la bella, bella en 1990 y El hijo de Tuta en 2001. Cuatro veces en total.
El hijo de Tuta es una reversión menos grosera del clásico El jornalero de Octavio Mesa, que suele ser preferida por muchas familias durante las festividades de diciembre, por ser más apta para todo público y menos explícita para escuchar en eventos con niños presentes.
El Festival de la Leyenda Vallenata y otros premios
En 2018, el Festival de la Leyenda Vallenata le entregó un premio honorifico como ‘Rey vallenato’ y en la actualidad, la popularidad de Meza ha trascendido el territorio colombiano y ha llegado a otros lugares como México o Miami. Se presentó en el icónico Madison Square Garden de New York y en el Hollywood Palladium de California.
Además, aunque Lisandro Meza nunca ganó un Grammy, este certamen sí lo ganaron otros artistas con composiciones suyas. Los Hermanos Zuleta con el tema Canta vallenato y un músico mexicano que pasó varios años radicado en Colombia llamado Celso Piña, quien obtuvo el galardón con la composición El tren.
Parte del éxito de Lisandro Meza que ha hecho que sea reconocido como una figura icónica de la música tropical y vallenata, está relacionada con su capacidad de contar historias y de transmitir vivencias personales y observaciones de la vida cotidiana de la región caribeña colombiana.
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