Se cumplen 4 meses desde que el actor Rafael Anaya, recordado por personificar al Señor de los Cielos, salió del radar y las calles para confinarse en la Clínica Baja del Sol, en la ciudad de Sinaloa en México, buscando la manera de vencer su dependencia a las drogas y el alcohol. Pero, de boca del mismo actor, hace 8 meses en total que su vida tocó fondo. Situación en la que terminó por las “malas amistades” y por “no tener los pies en la tierra”, con lo cual aludió a que, en medio de la fama y “llevado por las banalidades”, terminó alejándose de sus seres queridos.
Fue en Abril, cuando apenas estaba empezando la pandemia del COVID-19, que Anaya sintió que no podía más. Que si no se trataba, se Moria. Ahí fue cuando terminó un día llamando a su mejor amigo, su compadre, el cantante mexicano Roberto Tapia, para pedirle ayuda. Y así, mejor amigo, hermana y manager del artista idearon el plan para rescatar al artista del infierno que vivía. Lo engañaron de mil maneras, pero al final, lo salvaron al lograrlo internar en el centro especializado en adicciones.
“Hoy siento que tengo el control de mi vida en mis manos, tengo la paz en mis manos. Soy algo nuevo, volví a nacer”, afirmó Rafael Amaya con una sonrisa en la cara a la revista People en Español, donde también indicó que ya está preparado para volver a la televisión.
“Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades. Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”, comentó para la revista.