La duquesa que vivió como se le dio la gana

La duquesa que vivió como se le dio la gana

Cayetana Fitz-James Stuart falleció a sus 88 años. Contestataria, seductora, cinéfila, y polémica, le enseñó a miles de mujeres que la alegría y la sensualidad no se pierden con la edad.

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noviembre 20, 2014
La duquesa que vivió como se le dio la gana
Fotos: bekia.es - diariofemenino.com

A finales del 2003 la duquesa de Alba despidió a dos de sus ayudantes porque los descubrió hablando mal de Zapatero y Chávez. A Cayetana, declarada monárquica, todo el desparpajo del socialismo le gustaba. Por eso no le incomodó decir que había votado por Felipe Gonzalez para presidente y que si hubiera tenido 10 años menos hubiera salido a las calles a quemar carros en pleno mayo del 68.

Pero antes que socialista la duquesa era una provocadora innata. Con lo primero que hacía desatar las iras de la monarquía española era con sus atuendos. Su madre, íntima amiga de Coco Chanel, debió haberse revolcado varias veces en su tumba al verla lucir esa ropa ligera, suave y barata comprada en cualquier mercadillo de segunda categoría. Con el pelo tampoco tuvo problema en dejárselo libre, como una matorral salvaje, a pesar de los alaridos que daban sus íntimos amigos Victorio & Luchino, gurús de la moda europea. A sus 88 años ella nunca abandonó su onda hippie, sus tobilleras multicolores, el placer de estar viva. La mujer que tenía más títulos nobiliarios que nadie en el mundo, era un ejemplo claro de se podía ser mujer, anciana y no dejar de comportarse como una adolescente libertaria.

Sus rarezas no sólo estuvieron relacionadas con su particular estilo y su obsesión por el quirófano. Cayetana fue fiel a sus sentimientos y eso en la España franquista era un lujo que no podía darse una mujer, sobre todo si ésta pertenecía a la corona española. A sus 17 años se enamoró perdidamente del célebre torero Pepe Luis Vásquez, en una época en donde los matadores, eternizados por la pluma de Hemingway, eran los amantes más apetecidos. La relación fue desde el principio un imposible pero la amistad los unió hasta que Vásquez murió el 19 de mayo del 2013.

En su primer matrimonio hizo gala de toda su desmesura al celebrar la boda más cara de la historia de Europa, 20 millones de pesetas en 1947 bien podrían ser 600 millones colombianos de ahora y si bien hay estrellas de Hollywood que han hecho fiestas que superan el millón de dólares, esto, en la alicaída economía de la post-guerra , era todo un despropósito.

Con su primer marido fue feliz y se lanzó de lleno a una de sus pasiones: la pintura. La duquesa no sólo era una mecenas y una meticulosa coleccionista de arte, sino que también pintaba y lo curioso es que tenía talento. La muerte de su primer marido en 1972 le arrancó para siempre las ganas de llenar el lienzo con todas esas imágenes que se creaban en su cabeza. Picasso quiso retratarla como Goya hizo con la maja desnunda, su descendiente directa, pero esto nunca se pudo concretar. La duquesa, hasta los sesenta años, conservó un cuerpo magnífico.

Seis años estuvo viuda hasta que se enamoró de Jesús Aguirre y Ortíz de Zarate. Fiel a su convicción de hacer lo que se le dé la real gana se casó con él a pesar de que el objeto de su afecto era un doctor en teología que además había sido jesuita. El escándalo se disipó gracias a la irrupción de un incipiente socialismo promovido por el joven abogado Felipe Gonzales y por el movimiento contracultural que dinamitó las rígidas estructuras morales del franquismo y que se conoció como La movida madrileña.

El rostro de la duquesa de Alba, junto con los de Mecano, Pedro Almodóvar, Ana Torrent y Mcnamara, eran los símbolos de la nueva España. A partir de allí sus recordadas salidas en toples la hicieron una protagonista de primer orden en las muy vendidas revistas del corazón. Inquieta con su viudez, rica e inteligente, Cayetana se volvió a enamorar. A sus 85 conoció a un gris funcionario de 61 años, quien cayó seducido no por su abultada cuenta bancaria ( se estima que la fortuna que ha dejado la duquesa asciende a 2.500 millones de dólares), ya que antes de casarse le hizo firmar una cláusula en donde renunciaba a su herencia, sino por el magnetismo que tenía esta anciana gozona y formidable.

Y el magnetismo que irradiaba no sólo dependía de su extraordinario buen humor, el mismo que la llevaba a bailar descalza las sevillanas que tanto adoraba, sino que, como a Alfonso Diez, Cayetana era una cinéfila desaforada. En la puerta de un cine club, en donde iban a ver Que bello es vivir se conoció la pareja y desde que se vieron no se soltaron.

Hoy Cayetana ha partido para siempre, dejándonos el mito y sobre todo un legado que bien podría ser su epitafio: La juventud puede durar 88 años.

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