Lo que en Colombia se llaman ollas en Costa Rica tienen un nombre más potente: búnkers. Así se conocen los sitios que utilizan los delincuentes para comercializar la drogas. En San José, la capital del país centroamericano, son varios los barrios que sirven para ese propósito, en ellos la marihuana, la cocaína y el crack, se venden como pan caliente, sin que las autoridades locales puedan hacer mucho.
En sectores como Pava y La Carpio, la ley es darwiniana, la impone el más fuerte y el que se resista a ella, o sale o lo matan. Muchos de los que tienen el control de las zonas de expendio de drogas son nicaragüenses, gran parte de ellos hijos de inmigrantes que debieron abandonar Nicaragua por la difícil situación social y política que atravesó el país en la segunda mitad del siglo pasado.
A lo Pedro Navaja, personaje central de una de las canciones emblemáticas del cantautor panameño, Rubén Blades, andan, según cuenta un testigo, los jóvenes que custodian los búnkers de la droga.
“Es una zona donde hay una cantidad, una población bastante grande de nicaragüenses. El nicaragüense tiene eso: dientes de oros, lentes oscuros”.
Las instituciones de seguridad costarricenses señalan que el aumento en la oferta de droga en la capital del país se debe a los cargamentos ilícitos que llegan desde las localidades costeras de Puerto Limón y Golfito, procedente en la mayoría de Colombia. Así lo aseguró el director de Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Walter Espinosa.
“Cuando hablamos de organizaciones internas nos referimos a grupos que traen la droga, y me refiero especialmente a cocaína, del sector sur de nuestro país que se dedican a realizar estas acciones en determinados lugares”, señaló el funcionario.
Pero el consumo de droga ha traído consigo otros problemas como son la inseguridad y la delincuencia, pues los jóvenes (población mayoritariamente consumidora), en muchos casos no cuentan con un empleo formal, por lo que recurren al atraco o al robo para conseguir algunos colones, moneda local, y comprar el alucinógeno.
“El crack puede andar alrededor de un dólar (cerca de 3 mil pesos colombianos), está la cocaína que está alrededor de 10 dólares (cerca de 30 mil pesos colombianos), cristales o metanfetaminas que pueden conseguirla alrededor de unos 30 a 60 dólares (cerca de 90 mil o 180 mil pesos)”, manifiesta el director del Instituto Costarricense sobre las Drogas, Guillermo Araya Camacho.
La tasa de desocupación juvenil que registró Costa Rica en 2017 fue de cerca del 24%, que según la revista empresarial EKA es la mayor en toda Centro América. Lo que propicia el vandalismo en la capital costarricense.
Eso aumentó significativamente el número de reclusos en los centros penitenciarios en San José. Allí los jóvenes se encuentran con los colombianos presos que intentaron ingresar la droga que ellos buscan con ansias en los búnkers. Hoy los narcos colombianos pagan hasta 15 años de cárcel.
“Estoy recluido por tráfico de droga. Estoy recluido por malas decisiones,encontré un lugar y la situación y pensé en lo más fácil”, señaló Carlos Torres, uno de los colombianos que están en prisión.
Los narcos suramericanos utilizan la vía marítima para enviar el alucinógeno hasta suelo costarricense, aprovechando las costas al Océano Pacífico y mar Caribe con que cuenta el país centroamericano.