Según el exespía de la Unión Soviética Ion Mihai Pacepa, en entrevista con Aciprensa el 5 de mayo de 2015, la KGB, agencia de inteligencia de URSS, fue quien creó la teología de la liberación en 1960 para influenciar los países latinoamericanos, siguiendo la hoja de ruta del Kremlin de acuerdo a la guerra fría. Subrayó que para los marxistas-leninistas la religión es otra forma de lucha y Nikita Khruschev, gobernante ruso de ese entonces, quería que su país extendiera los tentáculos en esta parte del mundo y para ello contó, no se sabe si por ignorancia o mala fe, con algunos jerarcas de la iglesia en países de la región.
La KGB buscó influenciar en el Consejo Mundial de Iglesias con sede en Ginebra (Suiza) y fundó la Conferencia Cristiana por la Paz con sede en Praga, todo ello orquestado por el partido comunista soviético, teniendo como lacayo en Latinoamérica a Fidel Castro. De acuerdo al exespía, quien desertó en los años setenta, en Medellín durante la Conferencia General del Episcopado latinoamericano realizada en 1968, algunos prelados fueron cooptados para los propósitos marxistas-leninistas, buscando la toma del poder político en diferentes países por parte del comunismo, especialmente con grupos guerrilleros como las Farc y el Eln.
En ese orden de ideas, es imposible que la Teología de la Liberación agenciada por el comunismo totalitario tenga algo que ver con la doctrina social de la iglesia que es libertaria y que busca el bienestar de las comunidades fundamentada en la caridad cristiana. Todo esto, siguiendo las enseñanzas de la iglesia primitiva, que en el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra: “y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Esa sublime labor la realizaron los primeros cristianos hace 2000 años sin pretender alcanzar poder político.
La teología de la liberación se encuentra en las antípodas de la doctrina social de la iglesia. Hay que tener en cuenta que la encíclica Rerum Novarum, promulgada por el papa León Xlll el 15 de mayo de 1891, es una respuesta a la descristianización de los sectores proletarios impulsado por el marxismo, cuyo fundador planteó que la religión era el opio del pueblo. Tal afirmación fue rechazada por el dirigente anarquista Mijaíl Bakunin, contradictor de Marx en la primera internacional de los trabajadores, quien defendía su cristianismo católico por no tener elementos científicos para volverse ateo. Así que una cosa es buscar la construcción del Reino de Dios y su justicia aquí en la tierra, como antítesis de la opresión y el despotismo, y otra revolver al cristianismo que es libertario con el comunismo totalitario.
En Latinoamérica se distinguen por su militancia en la teología de la liberación, desde que fue creada por URSS a través de la KGB, los obispos Sergio Mendes Arceo de México y Hélder Cámara de Brasil. A ellos los acompañaron los sacerdotes Camilo Torres de Colombia, Leonardo Boff y Frei Betto de Brasil, Miguel de Escoto y Ernesto Cardenal de Nicaragua y Gustavo Gutiérrez del Perú, entre otros. Curiosamente, todos ellos admiradores del sátrapa de Fidel Castro (1926-2016). Esto significa que ni el amor cristiano ni la misericordia puede acompañar a quienes exaltan a un genocida de esa calaña, como lo fue el difunto dictador cubano.
Cuando se habla de la sensibilidad social por parte de los seguidores de la teología de la liberación, no se puede ignorar las enseñanzas bíblicas de los evangelios, especialmente en San Juan Capitulo 12. Ahí se narra que Jesús estando en Betania en casa de Lázaro, a quien él Maestro había resucitado, María, la hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos. Sin embargo, Judas Iscariote, el que lo traicionó, exclamó: “ ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”. No obstante, el evangelista aclara que no era que cuidara de los pobres, sino que por ser ladrón y teniendo la bolsa sustraía de lo echaran en ella. Esa narración se asemeja a la hipocresía de los marxistas que dicen luchar por la emancipación de los pobres, pero lo que en realidad han hecho es utilizarlos para conquistar el poder político en algunas naciones y eternizarse en la burocracia estatal, aumentando las desgracias y sufrimientos de los pueblos.
En 1972, la Compañía de Jesús creó en Colombia el CINEP (Centro de Investigaciones y Educación Popular) con tendencia a la denominada izquierda, lo que podría suponer que dicha comunidad estaba buscando congraciarse con el marxismo, que con la perorata del materialismo histórico y la inevitabilidad ha logrado asustar a muchos sectores. Esos fetiches afirman que inexorablemente la humanidad pasará de capitalismo al socialismo, como pasó del feudalismo al capitalismo, sin que cuente para nada la voluntad del hombre y por arte de magia. De ahí que Eduardo Bernstein, líder de los trabajadores en la segunda internacional en el siglo XlX, se mofaba de los comunistas por sus posturas supersticiosas, como si la historia fuera una repetición mecánica. Es exótico que los jesuitas hayan creado dicho organismo influenciado por la teología de la liberación.
La doctrina social de la iglesia no tiene que ver con la teología de la liberación, y a pesar de la manipulación marxista, el cristianismo católico después de 2000 años sigue su peregrinación oteando el signo de los tiempos para no caer en la trampa del enemigo y con la esperanza que da el señor Jesús cuando afirma: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.