Hablar de religión y política a la vez siempre ha sido desastroso (no lo digo yo, lo evidencia la historia), sobre todo en un escenario como el nuestro, en el que la mayor parte de la ciudadanía suele juzgar los actos y determinaciones de los gobernantes de acuerdo con sus creencias religiosas... como si algunos de estos actos, pese a ser ignominiosos desde la perspectiva de un "Estado de derecho", estuvieran justificados bajo la sombra de una impunidad concedida por el mismísimo Dios.
Por ello es común ver que algunos defiendan hasta el final a sus representantes, pese a ir descubriendo detalles escabrosos de su carrera política. Así se casan con una idea "provida" , "profamilia" y "pro buenas costumbres", y vociferan abiertamente su aversión al homosexualismo, al aborto y al ateísmo, pero se callan cuando les golpean las narices con un prontuario de crímenes que van desde genocidios, desapariciones forzadas, falsos positivos, tortura, corrupción, etcétera... como si algunos delitos fueran excusables y menos bochornosos que aquellos "pecados" que evocan sus peores prejuicios.
En consecuencia, frente a dos aspirantes elegirán la opción que manifieste abiertamente su creencia en Dios y jure sobre la Biblia defender todo aquello que esté enmarcado dentro de la moral y las buenas costumbres, obviando, sin embargo, que estos mismos personajes emulan la doble vida de los fariseos y escribas, y terminan sus fiestas bañados en rezos de chamanes indígenas o compartiendo créditos con amigos de dudosa reputación... y aquí permítanme que me ría un poco.
No obstante, todo esto me resulta más bochornoso si es un líder religioso el que les ha servido de tapete y apólogo para tan burda aspiración, sobre todo si se usa un lugar sagrado en el que se rinde culto a Dios (uno que vino a cantar verdades a los hombres y a hablar de justicia, transformación y perdón) como plataforma para un juego que no podría estar más alejado de ese mensaje... pero este reproche no solo recae sobre ese líder.
El peso de un pueblo que agoniza en la pobreza, que le falta de educación y que vive en medio de la impunidad nos corresponde cargarlo a ti y a mí; esto desde la perspectiva de una mente autónoma que es capaz de comprender el respeto por las diferencias y que tiene plena convicción de que es deber del Estado garantizar los derechos individuales y colectivos de una nación, sin miramientos relacionados con sus creencias.
Y no se equivoquen, señores, no me tilden de hereje o blasfema, como hizo la santa inquisición con Galileo y otros tantos por atreverse a contradecir, soy una abogada cristiana que no logra conciliar la versión de moral, amor al prójimo y justicia que nos ha sido impartida.