El martes 17 de marzo del 2015 se escribió una página dorada en la historia del deporte colombiano. Un campesino boyacense, llamado Nairo Quintana, se coronó campeón de una de las carreras ciclísticas más importantes del planeta tierra, y otro campesino paisa, Rigoberto Urán, terminó tercero en la misma competencia. Mejor dicho: en la prueba italiana Tirreno-Adriático el júbilo fue solamente para Colombia. Una de esas pocas noticias que nos sacan sonrisas en un país en el que estamos cansados de ver miseria y muerte en los titulares que publican los periodistas.
El triunfo de Nairo y el éxito de Rigo, por supuesto, llenaron de orgullo a todos los colombianos y, paradójicamente, van a servir para que muchos políticos hagan un montaje de generosidad cuando los deportistas vuelvan a pisar nuestro suelo. Y digo que es paradójico porque muchos de esos políticos, cuando pudieron, no quisieron ayudar a miles de deportistas que ahora nos hacen salir a celebrar con la bandera en la mano. Estas actuaciones hipócritas, miserables y dignas de una persona con Alzheimer, que realizan nuestros dirigentes, se ven con mucha frecuencia en el país en los últimos años por las excelentes actuaciones que han completado nuestros deportistas en el exterior.
En Colombia, lamentablemente, la clase política decide invertir más en guerra que en apoyo al deporte o educación. Eso es algo que sabemos todo. Y una situación que me resulta completamente inentendible pues estoy seguro que un muchacho o una señorita que sean deportistas no van a ser malos para la sociedad, pero eso no lo quiere comprender Colombia hace años. El Gobierno lo que quiere es llenarnos de soldados y policías, por eso no tenemos científicos tampoco. Pero cuando gana uno de esos héroes a miles de kilómetros de sus hogares, por supuesto, salen todos los encantadores de serpientes a hacer conmemoraciones, ofrecer casas y dar llaves de la ciudad a los jóvenes que, en ese punto de la vida, ya no necesitan de esos regalos del Estado. Aunque hace años sí los necesitaban y con suma urgencia, pero ahí sí ninguna Gobernación, Presidencia o Ministerio los volteó a mirar. Todos nuestros deportistas han llegado a ser lo que son con las uñas y/o con la ayuda económica de unos pocos familiares o allegados.
Y es que el apoyo todavía sigue haciendo falta. Baltazar Medina, Presidente del Comité Olímpico Colombiano, hace unos días dijo: “Es el mejor momento deportivo de nuestra historia. Sin embargo, en un país como Colombia necesitamos mayores recursos, que nos permitan prepararnos de una mejor manera, para los compromisos que tendremos en los próximos meses” y vaya si tiene razón. No hay dudas de que si queremos mantener el nivel de nuestros deportistas se debe hacer una inversión fuerte por parte del Estado en múltiples aspectos. Algo que, sinceramente, dudo que suceda, aunque sí estoy seguro de algo: si en el 2016 nuestros deportistas vuelven de Rio de Janeiro llenos de medallas, Santos va a estar mojando prensa al lado de ellos como ya lo hizo en el 2012.
Para terminar, les dejo una frase que le lanzó el propio Medina al Ministro del Interior, Mauricio Cárdenas, durante el Foro Economía y Deporte que se cumplió la semana pasada en el Auditorio de Coldeportes Nacional en Bogotá: “La inversión que estamos solicitando para el deporte es la mejor inversión social que puede hacer el país, por lo que le pedimos, señor Ministro, que revise la posibilidad de hacer un reajuste al presupuesto del ciclo olímpico”.
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