En una conversación con un buen amigo mío sobre el matoneo que se le hace a Gerónimo Ángel (hijo del futbolista Juan Pablo Ángel) a raíz de su participación en el programa La Voz Kids, de Caracol Televisión, el pasado martes 29 de septiembre; surgió una cuestión para pensar sobre la doble moral que nos posee a los colombianos, esa que nos hace indignar por un asunto que satanizamos, para vernos reír por lo mismo días, semanas o, inclusive, pocos minutos después.
Mi amigo que expresó, palabra menos, lo siguiente: “Hace un par de semanas todo el mundo estaba indignado por las causas del suicidio del muchacho homosexual en Bogotá. Y hoy todo el mundo se está ‘gozando’ a ese niño por sus ‘mañas’(”).
Analizando el comentario, se puede uno dar cuenta que los colombianos tenemos un mal congénito: somos lenguaraces, imprudentes y, peor aún, apresurados para soltar cualquier comentario, sea acertado o sea la más falaz de todas las tonterías. Parecería que nos encantara hacernos cierto tipo de fama en la red, posteando cualquier cosa insensata.
Y ese es uno de los grandes problemas de la libertad que la internet le permite a sus usuarios: la falta de filtros que poseen los medios en este espacio conlleva a una inexorable inundación de expresiones de todas las características. Como nadie nos vigila, como podemos inventar un nombre para no ser nosotros sino un tercero inexistente y sin responsabilidad futura, como el botón ‘enviar’ no es egoísta, los usuarios estamos en la más absoluta tranquilidad de redactar lo que nos plazca.
Pero no solo los medios virtuales son la locación de este asunto desdeñable. Quienes no se manifiestan por allí, utilizan sus líricas o ruines voces para hacer gala de una inentendible comedia que únicamente sabe ridiculizar a quien se considera raro, extraño o indigno. En este caso, esa insana vociferación de multiplicidad de personas se encona contra un niño de trece años, con toda su vida por delante y quien no les adeuda nada. Le dicen ‘afeminado’, como si fuera tan liviano como decir simplemente ‘hola’. Le crean una realidad tan ficticia como solo la imaginación insatisfecha de una persona rezagada y envidiosa puede hacer.
Colombia es sin duda el hogar de una sociedad retrógrada a más no poder. Este país sirve de albergue para seres muchos humanos que no ven en el otro a un par, un igual o un hermano, sino a un potencial enemigo al cual pasarle por encima o ridiculizar lo más que se pueda. Lamentablemente, gran cantidad de los habitantes de estas tierras no han podido entender que el Siglo XXI ya está vigente y que, por lo tanto, ese fervor arcaico y esa devoción irracional e irresponsable a ideas excluyentes y deshumanizadoras están salidos de todo contexto en el cual prime el ser humano.
Un aplauso y un agradecimiento para quienes han salido en defensa del joven Ángel, así como de muchos compatriotas irrespetados y minimizados por causas como esta o cualquier otra que sea en sí misma injustificable.