La mejor manera de entender las limitaciones de los economistas es ilustrarlo con el ejemplo actual: Petro con los bolsillos llenos y al mismo tiempo lleno de rotos.
Todos los comentaristas -sea por intereses creados o sea por vocación académica- han acudido a análisis teóricos puntuales para hacer presentaciones sobre los resultados de la Reforma Tributaria.
Lo que no se ha hecho es una descripción consensuada como punto de partida sobre a qué realidad inmediata se aplicaría.
Aquí es importante aclarar que la información que se recibe de los medios normalmente no se sabe si es cierta, muchas veces es diferente según quien la divulgue y en consecuencia igual de inciertas son las deducciones que sacan. Sin embargo, para lo que aquí se presenta -por ser solo órdenes de magnitud- esto solo agrega esta dificultad a las que aparecen en el ejercicio del análisis para entender la complejidad de decidir sobre variables reales cuando se confrontan con las supuestas.
Por ejemplo, pareciera que el gobierno Petro no solo tuviera una gran solvencia política para tramitar leyes sino un gran respaldo económico para hacerlas realidad.
Se divulgó que las proyecciones del presupuesto y del marco fiscal se hicieron sobre el supuesto de precio del petróleo entre 60 y 80 dólares por barril (según quien especule sobre esa información). Como el precio se ha mantenido cerca de los 100 dólares/barril eso implicaría un excedente de ingreso sobre lo presupuestado superior a los 30 billones de pesos. Con los 20 de la Reforma, esto podría hacer suponer una disponibilidad de 50 billones por año para adelantar los programas adicionales (o sea los bolsillos llenos); se podría asumir la disminución de la deuda para el ajuste fiscal (mejorando la calificación de riesgo), y en las proyecciones una reactivación más rápida que propiciarían un círculo virtuoso de aún mayor disponibilidad futura.
No se ve que el gobierno o los comentaristas hagan énfasis en esto como tampoco lo hacen en enumerar los problemas (agujeros en los bolsillos) que se sabe existen, pero no se cuantifican: la cuenta del exceso de gasto en la pandemia; el monto del déficit del Fondo de Compensación Petrolera; el incremento del servicio de la deuda externa por el alza del dólar; etc.
En este marco de incertidumbres el vocero de la Andi aprovecha para pedir lo que es un imposible mientras no se dé un punto común de partida sobre el cual todos los ‘opinadores’ puedan hacer sus desarrollos y establecer las comparaciones (recomiendo leer los artículos del director de Planeación Jorge Iván González “Concurrencia” y “Tarifa Efectiva”) Al pedir que se explique cómo se van a destinar los 20 millones de la Reforma Tributaria sabe que esto es un imposible o que solo se podría hacer en base a cifras inventadas (que seguramente se incumplirían) y omitiendo todo lo que en el conjunto se necesitaría para esa definición.
No quiere esto decir que por ser solo una estrategia para presionar su argumento central, no tenga razón en él. Por el contrario, dentro de una presentación muy poco polémica -y nada politizada-, hace que se destaque el punto que busca señalar.
El punto central es el aumento de la tributación de las personas naturales a más del promedio de los países desarrollados (según cálculos de la Andi 48 % contra 32 %). Aún asumiendo la premisa arriba señalada de que los datos que se utilizan para defender puntos de vista son siempre dudosos y usualmente contradichos por quienes argumentan en contrario, y asumiendo que la entidad gremial es suficientemente seria y con suficiente capacidad como think tank, ese problema no deja de ser real (no necesariamente en las cifras) y señalaría lo de más peso (eventualmente dañino) de la Reforma.
Porque en efecto, ‘actualizar’ al costo fiscal la inversión en las sociedades no inscritas en bolsa es un eufemismo para decir que toda la economía debe ajustarse así puesto que inscritas en Bolsa no son más de 100 mientras que el total de las afectadas es de cientos de miles. Al gravar con 1,5 % el patrimonio y aumentar así el de los propietarios de las acciones ese gravamen supera largamente el aumento del 5 % a los dividendos. Vale la pena recordar además que si el objetivo declarado es el estímulo a la producción agropecuaria, no existe ninguna actividad en el sector que alcance a rentar el 1,5 % de su valor comercial, ni siquiera de su valor fiscal.