En este momento en Bogotá están vigentes varias exposiciones que tienen el rumbo propio de lo que hace parte de las tendencias del arte moderno, donde la antropología tiene su cruce con la sociología mientras la filosofía interrumpe el discurso histórico. El arte moderno tiene como siempre lo ha hecho, ramificaciones profundas con la sociedad y su historia.
En la galería Casas Riegner exponen una muestra que, con el título Ensayo reúne el arte conceptual que se trata de un diálogo de sordos entre Bernardo Ortiz y el mexicano Erick Beltrán. Quiero aclarar que fue muy importante la presentación que los mismos artistas hicieron de sus trabajos porque son teóricos refundidos que nos relataron en una noche fría, el complemento de sus obras donde en el relato se pierde el sentido estético. En el contexto la lógica importa más que el sentido del trabajo artístico porque no existe dentro de la teoría alguna intención creadora sino la elaboración de un trayecto inverosímil de ideas.
Ortiz y Beltrán son nuevos artistas que se apropian de argumentos para rellenar sus experiencias artísticas que las tienen estudiadas pero, sin clasificación. Imágenes aéreas de paisajes no muy claras se unen a una sintaxis donde intelectualizan el mundo de los sentidos de Canetti: la lengua con el gusto, la vista con el ojo, el sonido con la oreja, pero ellos van más allá de estas complicadas relaciones mientras organizan paralelamente la función de los colores abstractos o imágenes que buscan diagramas mentales. (No se asuste si de lo que hablo no entiende, este discurso moderno resulta tan pesado y aburrido como incomprensible) pero continúo con el relato porque es difícil conjugar los tiempos de las fotocopias de Santo Grial con el libro del Señor de los Anillos… o a Kurt Schwitters en su gran mundo surrealista del collage que nos cuenta la historia de la Catedral de las Miserias Eróticas con la producción de botellas de Coca Cola. Historias con tiempos distintos y espacios diferentes que como son disímiles no nos conjuga ninguna aproximación lógica.
Los aristas preparados con sus proyecciones en computadores y notas anexas seguían un aburrido discurso de asociaciones libres. Ellos trabajan y demuestran el contexto de su obra insípida donde muestran la trayectoria sin fin de la investigación con argumentos inadmisibles como puede ser la disolución de la calidad fotográfica mientras el lente interfiere en un zoom (acercamiento) de la cámara en una película de detectives. Diletantes que mezclan su trabajo como en su discurso de la mundana historia de los seres humanos y sus ideas interrumpidas historias en el tiempo que son vigentes porque están protegidas por la modernidad.
Por otro lado, fui a la nueva galería Flora que, como su nombre indica, hace parte de la extensión en el tiempo de la Expedición Botánica. Interesantes espacios con inteligentes aliados pero con resultados muy imprevisibles. Por ejemplo, Miguel Ángel Rojas presenta un meteorito incrustado de una ventana, que seguramente se refiere a la volatilidad del universo hecha en icopor, tiner y restos de coca, mientras suena otro de los símbolos estéticos de la galería que es el timbre donde dos pájaros carpinteros tienen una armoniosa conversación. También encontré una instalación rústica de murales que estudian el comportamiento del fique o Ángela María Restrepo que realiza monotipos con diez tipos de plantas del Amazonas que, es el lugar donde se realiza el proyecto artístico que compromete a varios artistas.
Lo más bello y sublime es un jardín de rosas congeladas. Flores blancas que asimilan otros circuitos del pensamiento donde la tecnología nos muestra las otras historias del universo natural del pensamiento realizada por Juan Carlos Delgado.