No le gusta repetirlo para no caer en lugares comunes, pero todo lo que sabe de política, lo que inspira y mueve a Piedad Córdoba, se lo debe a su abuelo Diego Luis Córdoba, nacido en el remoto pueblo de Negua, en el corazón del Chocó, pero desde donde salió pronto. No había cumplido doce años cuando quemó las naves y se fue a estudiar a Medellín, la mejor alternativa para las familias chocoanas que buscaban que sus hijos volaran alto y no se ahogaran en la selva tropical.
Lo matricularon en el Colegio San José de los Hermanos Cristianos convirtiéndose en el primero de su familia en obtener el título de bachiller en 1928, en un momento en que el racismo marcaba las relaciones sociales convirtiendo a un negro bachiller en un personaje exótico. Pero Diego Luis no se quedó allí, se propuso lograr una carrera profesional.
De nuevo fue el único negro en estudiar derecho en la Universidad de Antioquia y no pasó mucho tiempo antes de que las directivas se arrepintieran de haberle dado la oportunidad: rebelde, inconforme, como sería su nieta Piedad, no tardó en convocar a una protesta estudiantil que, para su sorpresa, fue respaldada por unos cuantos estudiantes antioqueño.
Reclamaron con pancartas elaboradas en papel periódico la ausencia de la mujer y los negros en las aulas de clases y ponía en tela de juicio la falta de libertades y la supremacía de la elite. Como era de esperarse, lo expulsaron, y sin considera siquiera regresar derrotado al Choco tomó rumbo Bogotá y se topó nada menos que el ascenso político liberado después de la larga hegemonía conservadora.
El muchacho rebelde se enganchó en la campaña del liberal Enrique Olaya Herrera como parte de las Juventudes Liberales Universitarias y obtuvo, en medio del entusiasmo político febril, el grado de derecho en 1932. Lo había picado el bicho de la política. Con Olaya Herrera arrancó una carrera que lo llevó a ser una de las figuras más poderosas de su departamento.
Llegó Congreso en representación del Choco donde se declaró desde el primer día como opositor de las políticas petroleras y el imperialismo norteamericano representado en la multinacional Chocó Pacífico, arraigada e Andagoya. No dudó en apoyar la huelga contra la minera Tropical Oil que terminó en la masacre de tres de sus trabajadores.
Diego Luis Córdoba era una figura de peso. Su pasó por el Congreso lo proyectó hasta ser nombrado en la embajada de Colombia en Caracas, donde tristemente la muerte lo sorprendió y se lo llevo a los 56 años, producto de un infante fulminante. En un instante quedó truncada una brillante carrera con un gran horizonte que marcó a muchos chocoanos y al departamento. Dejó huella y los cimientos de una de las dinastías más influyentes del Chocó. Pionera en la vida pública que después los seguirían los Palacio y los Sánchez Montes de Oca, pero con raíces políticas distintas.
El primero en llevar su apellido fue Diego Córdoba Zuleta, el único varón de sus cuatros hijos, quien intentó mantener vivo el Cordobisimo, primero como parlamentario y luego como gobernador del Chocó. El camino fue espinoso, no tenía don de gentes ni era un buen orador. Y a pesar de todas las oportunidades que tuvo entre manos, pasó o en la política sin pena ni gloria y el futuro político de la familia quedó en manos de los sobrinos: Piedad Córdoba Ruíz y Darío Córdoba Rincón.
Piedad Córdoba era hija de Sabulón Córdoba quien a diferencia de su hermano cambió los reflectores de la política por el tablero de un salón de clase en una de las escuelas públicas de Puerto Valdivia, donde conoció a Lía Esneda, una mujer blanca de Yarumal, Antioquia, con quien se casó.
Piedad fue la primera hija de la pareja; una pareja mixta racialmente que salió adelante en medio de resquemores y prejuicios. Doña Lía transmitió a su hija la fuerza y la independencia con la que ella derrotó su medio social que la señalaba y quiso excluirla por casarse con un negó. Piedad miró el reflector de su tío abuelo
Diego Luis, e impregnada por la pasión por la política y la política liberal, inició su camino como líder comunal de Medellín y en 1989 se estrenó en el Concejo de Medellín en las listas del movimiento de William Jaramillo y pasó luego a la Cámara de Representantes en representación de Antioquia, logrando 22 mil votos. Siguiendo la tradición familiar, se matriculó en el ala más radical del Partido Liberal.
Piedad Córdoba llegó a la copresidencia de la Dirección Nacional Liberal que en aquel entonces estaba en cabeza de Ernesto Samper. En contraste, sus primos también tenían juego, Carlos Alberto Escobar Córdoba era alcalde de Quibdó y Darío Córdoba Rincón era un joven representante con un promisorio futuro que al igual que su tío disfrutaba caminarse los pueblos chocoanos y las zonas más recónditas.
Una tragedia familiar le definió el camino a la joven representante
Los primos iban colocándose en distintos puestos de poder, cuando una tragedia cambió el destino. En el 2003 la avioneta en la que se movilizaba Darío Córdoba Rincón y primo, Carlos Escobar Córdoba, candidato a la gobernación del Choco, cayó en las turbulentas aguas del río Baudó, Chocó. No saber nadar le costó la vida cuando la avioneta se inundó, no sin antes decirle a su primo Carlos que intentará salvarse. El cuerpo de Darío Córdoba Rincón nunca apareció.
En el 2005 golpeada por la tragedia, Piedad Córdoba tomó las riendas del legado familiar y fundó su propio movimiento Poder Ciudadano. Al mismo tiempo la esposa de Darío Córdoba Rincón, María de Jesús Mosquera -o conocida como la profesora ‘Machu’- fue tomando liderazgo como diputada del partido Liberal. Aunque intentó llegar a la Cámara haciendo un pacto con el cuestionado Nilton Córdoba, que, aunque lleva el apellido no era un miembro de la familia y llevaba dos procesos en la Corte Suprema, pero se quemó.
En el 2010 Piedad Córdoba repitió Senado y su primo Carlos Alberto Escobar Córdoba llegó a la Cámara de Representantes. No fueron buenos tiempos para ninguno.
A Carlos Alberto Escobar lo persiguió el fantasma de la parapolítica cuando la Corte Suprema lo investigó por nexos con el jefe paramilitar Fredy Rendón Herrera, alias El Alemán, y el Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia que habrían financiado su campaña a la gobernación del Chocó en el 2003. El CTI lo capturó en el Congreso y lo condenaron a seis años de cárcel.
Al mismo tiempo Piedad Córdoba era destituida por el procurador Alejandro Ordoñez cuando se internó en el computador de Raúl Reyes y aseguró haber encontrado pruebas concluyentes para quitarle la investidura a la senadora, una sanción que duraría 18 años por la supuesta ayuda que le prestaba a las Farc. La senadora apeló la decisión disciplinaria y resultó vencedora en los estrados judiciales, lo que significó además una importante indemnización que superó los 1 mil millones. Parecía entonces que Piedad Córdoba haría una pausa en la vida política y se planteo rehacer su vida con una nueva pareja en los Llanos.
Pero los planes cambiaron cuando su hijo, el médico Juan Luis Castro Córdoba, quien había salido al rescate de la curul, ya no por el Partido Liberal sino por la Alianza Verde que la consiguió en 2018 con 22.117 votos. Dos años después de posesionarse como congresista tiró la toalla y anunció su efímero retiro de la política. Piedad no estaba dispuesta a dejar morir lo construido en décadas y se propuso no dejar morir el espacio en el congreso. Decidió acercarse al proyecto político del Pacto Histórico de Gustavo Petro.
Logró un puesto privilegiado en la lista cerrada y consiguió llegar nuevamente al Senado. Pero el viento no ha estado a su favor. Los quebrantos de salud no le han permitido estar al cien por ciento en las sesiones del congreso donde es reconocida por ser una gran batalladora y ha tenido que afrontar escándalos alrededor de la extradición de su hermano Álvaro Córdoba y posibles vínculos suyos, en la época de gloria de su relación con el presidente venezolano Hugo Chávez y que puede terminar salpicándola judicialmente. Sobre ella caen también señalamientos que investiga la Corte Suprema de justicia por la llamada Farcpolítica.
Entre las pruebas que posee la Corte, se encuentra el testimonio de Andrés Vásquez, exasesor de Córdoba que declaró sobre su rol en la liberación de varios secuestrados por la guerrilla, además la ya conocida correspondencia con el comandante Raúl Reyes, en los que se firmaba como Teodora. La senadora no compareció al llamado de la magistrada Cristina Lombana a quien intentó recusar sin éxito, pero sin duda nada de esto contribuye a mantener en alto el nombre del patriarca familiar: el chocoano Diego Luis Córdoba.