En la galería el Museo se presentan exposiciones de tres artistas: Dalita Navarro cuyo título es Viaje al corazón de la arcilla, José Horacio Martínez con su serie Rio Arriba y Gabriel Silva con sus Cosmografías. Tres posibles buenos artistas que se equivocan.
La más atinada es Dalita Navarro porque ella viene de Venezuela donde la tradición con la cerámica ha tenido grandes nombres que ahora en el caos político perdimos su rastro.
La artista sabe encontrarle a la superficie esa magia de las superficies. Acierta cuando mezcla y le da un sentido conceptual utilizando la plata o algún material que se le parece. Porque en todas las obras con ese metal nos recuerdan a los adornos de las esculturas religiosas. De hecho, hay una obra con una forma no muy definida, que se redime por las pequeñas figuras que representan los milagros cumplidos: unos pequeños ojos como los de Santa Lucía, un pie, una mano, un corazón. Todos ellos, en un acto muy popular dan gracias por el milagro recibido. Ya cuando se sube de escalafón económico, las coronas son para la Virgen, las alas para los ángeles y las joyas incrustadas son los actos de fervor.
Pero viene la faceta del corazón que puede ser interpretada de una manera más romántica, el que tiene y guarda sentimientos. Es el órgano infalible que determina la vida y la muerte. El que con sus latidos funciona la irrigación del cuerpo. Pero un corazón en cerámica con la forma del órgano es una imagen muy propia de la anatomía humana. No de la existencia.
Dalita Navarro va un paso adelante cuando realiza una bomba negra con tapa en plata y un paso atrás, cuando se delimita a la forma utilitaria de los cuencos precolombinos.
José Horacio Martínez, Pescando, acrilico
En la introducción anónima de la obra de José Horacio Martínez (Buga,1961) se refiere al pintor con Óscar Muñoz como un creador paralelo del Valle del Cauca. Jamás. Nunca podemos pensarlo. Óscar Muñoz es uno de los colombianos que ha llegado a la cumbre. Es un creador sin igual que nos representa con un profesionalismo en todos los medios.
José Horacio Martínez es un niño pintando cuadros a la medida de las paredes. Sus colores brillantes no tienen un control específico, sus geografías abstractas muestran una intención, un ejercicio sin razón. Lo que le da alguna coherencia en el uso de la tinta china porque recoge un poco sus intentos fallidos y unas plantillas de árboles que deja pensar en su perdida geografía.
Conocí sus obras en un Salón Nacional y en esa época no se debatía entre lo abstracto y lo figurativo. Eran grandes formatos con un mundo propio de pequeños seres que daban la batallas y donde el color estaba correlacionado con el fondo del cuadro. Hoy hace todo contrario. Y se le nota el oficio de manera gratuita. Se nota el pincel grueso, cuando utiliza la brocha…
Gabriel Silva, Sin título, mixta sobre tela
Gabriel Silva (Bogotá; 1955) ha tenido épocas interesantes. Creo que comenzó su carrera en la Galería el Museo con sus figuras y rostros de perfil. Era una verdadera promesa del arte colombiano. Ahora mezcla dos mundos. Uno Surrealista que, resulta interesante y coherente con su carrera. Donde unos seres se vuelven raíces o medusas, seres anónimos sin destino que se mueven en jardín rocoso, inhóspito de un territorio ancestral y al lado, como díptico, pinta también en técnica mixta unas cosmografías donde su pintura pierde el rumbo.
Conste que escogí las mejores fotos. Y por cuenta de las elecciones, nadie tiene un programa, un renglón sobre el tema cultural. ¿Por qué será?