El Cuerpo de Generales es la instancia suprema de decisión colegiada en cualquier Fuerza Armada de los estados democráticos. En su seno se construye el futuro de las instituciones militares y policiales, regidos no solo por el reglamento que precisa su alcance, marco y procedimiento, sino también por un código de ética, que es su ADN, la brújula de su conciencia, la más altruista, inquebrantable e impecable espada de honor que los gobierna y que reafirma fidelidad al juramento realizado, a los supremos intereses de la patria, y a la sabiduría de sus antecesores.
El generalato, como en la mesa del Rey Arturo –donde cada voto y opinión tiene igual valor-, converge alrededor de dos instancias, la Junta Preasesora, que lideran los comandantes de fuerza, y la Junta Asesora en cabeza del ministro de Defensa Nacional. Para efectos de retiros y ascensos de los oficiales que conforman el nivel directivo de las Instituciones, la Junta Preasesora es un mecanismo de formulación de recomendaciones que se llevan a la Junta Asesora ante el ministro de Defensa donde finalmente se adoptan las determinaciones, con la participación de todo el cuerpo de Generales y Almirantes; y en todo caso actuando conforme al reglamento que ordena acatar la votación de las mayorías.
La decisión de mayor significado estratégico en la conducción de las Fuerzas Armadas, es la selección de los coroneles que serán propuestos para ascender al grado de brigadier general o contralmirante, aquí subyace el designio de los futuros Comandantes. Además de un riguroso examen de la vida personal, familiar, social, económica y profesional del oficial, deberá surtirse un trámite político, en el Congreso de la República, cuyo mandato conferido por la ley le permite aprobar o desaprobar los candidatos propuestos por el Gobierno Nacional. En el legislativo han surgido iniciativas para reformar este mecanismo, que los más críticos consideran un saludo a la bandera, no obstante, en la mayoría de los casos, los ponentes asignados, asumen con responsabilidad los estudios de las hojas de vida, las entrevistas personales y profundizan en los antecedentes de investigaciones, asi como en los valores, competencias y proyección profesional del Coronel para liderar los asuntos de seguridad y defensa de la nación.
En una democracia imperfecta como todas, pero en la nuestra donde el índice de confianza en las instituciones bajó 5 puntos este año, el acecho del mal se apodera de los dilemas, los prejuicios y la incoherente condición del ser humano, y aparece súbitamente como un tsunami, impetuoso o silencioso para destruir el buen juicio de quienes tienen el mandato al momento de elegir los futuros generales de la República. Surgen injerencias naturales, resultado del reconocimiento, respeto, reputación, gratitud y hasta lazos familiares y de amistad con los aspirantes al generalato; sin embargo, salvo pocas excepciones, el Cuerpo de Generales ha sido fiel a la tradición de respetar el reglamento, acoger la decisión de las mayorías, salvaguardar su conducta ética, y honrar el legado de sus antepasados. El autor del libro El momento de la verdad, Jan Carlzon nos deja valiosas enseñanzas en este sentido.
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Es inaceptable en términos de legitimidad institucional, atropellar con imposiciones la integridad y autonomía del Cuerpo de Generales
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Es inaceptable en términos de legitimidad institucional, atropellar con imposiciones la integridad y autonomía del Cuerpo de Generales. Cuyas constancias y voto quedan consignados en las actas correspondientes. Pasarse por la faja el procedimiento normativo para señalar a dedo a quienes deberían optar al grado de general de la República es una afrenta a la doctrina, que hiere irreparablemente la dignidad del Cuerpo de Generales, y más grave aún, viola el principio de igualdad. El presidente de la República, el ministro de Defensa, y el director general de la Policía, son los máximos responsables, llamados a proteger, asegurar y respetar la discrecionalidad, independencia, integridad y legalidad de la Junta de Generales.
Pésimo precedente, que debilita los argumentos para mantener a la Policía Nacional en el Ministerio de Defensa, cuando expresidentes afincados en intereses personalísimos, ponen y quitan generales de la República, “cualquierizando” el sagrado significado de ser investido con la dignidad de general de la República. El impacto negativo de estas injerencias indebidas con fines políticos, causan sismos al interior de las Fuerzas, los subalternos se frustran y la confianza se agota.
El carácter y la firmeza del Cuerpo de Generales debe prevalecer para blindar su dignidad, su honor, su ética y el reglamento. Los principios NO se negocian por imperturbables que sean las circunstancias, o por próximos que estemos a acceder al poder. No es cuestión de honores, privilegios y rangos, y por ello debe ser imperiosa la voluntad para desaferrarse de la silla que los amarra a la cúpula. Un general de la República no debe tolerar imposiciones políticas de quienes arbitrariamente creen estár por encima de la ley, a los que poco o nada les importa la institucionalidad, y menos, de quienes ven y utilizan al policía como un simple servil, con bajeza y desprecio. Para ellos este mensaje: “Es un honor ser policía”.
El director general de la Policía Nacional ha logrado estabilizar la gobernabilidad institucional, dispone de un cuerpo de generales cohesionado y promisorio para el país; también le ha apostado a un proceso de innovación, ajuste y transformación histórico, y tiene la legitimidad y respaldo para afianzar su autonomía, cumplir el reglamento, y preservar los principios del código de ética policial. Contaminar el generalato, permitiendo que el elefante tenga asiento en la mesa del Rey Arturo, puede llevarlos ad portas de su desaparición, y esto solo se evita, cuando ¡Los principios No se negocian!
LPNSN: Agradezco a la Universidad de Michigan (A-CAPP) de los Estados Unidos, el reconocimiento otorgado como uno de los líderes de latinoamérica en 2021 en la lucha contra el comercio ilícito. Envío un mensaje de profunda gratitud a todos los que hicieron posible este logro, el que recibo con humildad y gran orgullo en mi condición de policía y colombiano.