La democracia es una forma de gobierno inconclusa. Su actual desempeño en la sociedad es producto de los diversos resultados de articulación humana, entre instituciones y sistemas que buscan determinada “equidad social”. No obstante, filósofos de la talla de Sócrates advirtieron que tal modelo caería en la demagogia y el populismo, puesto que la virtud política no es algo que deba entregarse a cualquier individuo y mucho menos a quienes no saben de asuntos públicos.
Los medios de comunicación han desempeñado un papel fundamental en la construcción constante que requiere una forma de gobierno como la democracia. La información ha llegado a diferentes sectores de la sociedad y por diversos mecanismos, por ejemplo: radio, televisión, periódicos.
Con la llegada de las nuevas tecnologías nació un punto de quiebre enorme, la información se descentralizó, tanto así que quienes eran solo receptores tuvieron la oportunidad de ser emisores con canales de divulgación tan teatrales como las redes sociales.
En tal modelo democrático, la libertad de prensa y el acceso a la información son pilares fundamentales, por medio de ellos se “espera” que el ciudadano acompañe en el control político, social y económico.
De la transparencia, la independencia y la posición crítica que asuman quienes ejercen el ejercicio de informar, depende la credibilidad. Sin embargo, el sometimiento de muchos medios de comunicación a las pautas comerciales y a los acuerdos burocráticos genera una relación económica dependiente donde la información —que debería ser imparcial, objetiva y humana— se vuelve un circuito de favoritismo de intereses personales y colectivos.
Por eso, razón tenía Gabriel García Márquez al decir que: “La ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”. Resulta aberrante que los medios de comunicación se usen para beneficiar directamente a un candidato y olviden la ética, la imparcialidad y el deber de informar. Esa manera de degradar la comunicación únicamente conduce a la desinformación y al interés personal, y por ende disminuye el beneficio social.
La gran mayoría de medios de comunicación se han convertido en un gran partido político de muchas cabezas, en el cual la objetividad y la información han sido subvertidas al eterno ciclo que busca evitar la comprensión total de las diversas problemáticas.