Suena bueno en los oídos de la ciudadanía eso de que el gobierno esté pensando hacer dieta. Y no es que Juanpa y Tutina necesiten bajar unos kilitos. De ninguna manera, la primera pareja guarda la línea con rigor y luce siempre elegante y bien puesta.
Otra cosa pasa con el aparato del Estado, compuesto por muchos y muy disimiles organismos que acumulan la grasa de la burocracia y el sobre peso de la ineficiencia. Es a eso a lo que le quiere hacer la lipo el presidente Santos, tal vez empujado por la necesidad de que encaje ese cuerpo hinchado en el vestido del presupuesto.
Como la tela no alcanzaba a cubrir la enorme humanidad del gobierno central, la primera opción recomendada por el sastre oficial, el ministro Cárdenas, fue que se consiguieran más metros y para comprarla había que meterle la mano al bolsillo a los contribuyentes. Pero los ricos, encabezados por Luis Carlos Sarmiento, pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo se les ocurre que paguemos más impuestos? Eso es antitécnico, atenta contra la confianza inversionista y la competitividad.
Con tamaña reacción el gobierno se vio obligado a buscar la fórmula contraria: si la tela no alcanza para este cuerpito, ese cuerpito tendrá que reducirse. Y de ahí el anuncio del recorte del gasto que hizo Santos de manera apresurada para acallar las críticas como seguramente le recomendaron sus asesores de imagen.
La prueba de que fue una salida de emergencia, tomada a última hora es que el residente les dio un plazo perentorio a sus ministros y ministras para que propongan dónde se va a hacer el recorte. Esto prueba que no tiene un plan, ni un diagnóstico claro del funcionamiento del gobierno. En este, al igual que en otros gobiernos, se crean y se acaban instituciones, cambian de nombre, las fusionan o separan, pero sin obedecer a una visión estratégica del Estado.
Ya veremos esta vez con qué nos salen aunque no parecería que los recortes alcancen a tapar el hueco fiscal sino que sea una estrategia para calmar la platea. Señores empresarios: ustedes pagan un poquito y nosotros nos reducimos otro poquito. Todos hacemos sacrificios por la Patria.
En este país donde a cada problema le inventan una institución no será fácil el adelgazamiento del aparato estatal, entre otras razones porque muchas entidades son coto de caza para algún político (la mermelada que llaman) y ellos gritarán tan fuerte o más que los empresarios cuando les toque hacer el sacrificio. Pero como a la gente hay que creerle, hemos de creerle al presidente que hará el recorte de burocracia y para no equivocarse le recomendamos diferenciar las entidades que no se necesitan de las que no funcionan así sean necesarias.
En el proyecto de Equilibrio de Poderes se busca, entre otras cosas, eliminar el Consejo Superior de la Judicatura. Es una entidad que se ha granjeado la antipatía nacional pero indudablemente alguien debe administrar la rama judicial. Antes de crear este tribunal lo hacía el Ministerio de Justicia y también lo hacía mal. La Comisión Nacional de Televisión se acabó para darle paso a un ente idéntico con otro nombre e igualmente inútil. Antes esto lo manejaba el Ministerio de Comunicaciones y también lo hacía mal.
Estos dos ejemplos sirven para mostrar lo ineficiente que han sido los distintos gobiernos cuando prometen reformar el Estado.
Por ahora nada se sabe, excepto el anuncio del vicepresidente de suprimir 200 cargos y quedarse solo con 20 funcionarios. Yo que soy mal pensada creo que habla de los contratos que había dejado Angelino. Pero hay que abonarle la buena intención. Eso sí, todo apunta a que tendremos una corte más, la del pomposo Tribunal de Aforados, con nueve miembros que gozarán las misma prerrogativas de los magistrados de las otras cuatro cortes y de pronto será otro elemento en los ya famosos choques de trenes que ocasionan con frecuencia esa congestión de togados.
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