EL TIEMPO ES UN MAR SUBIENDO que nos inunda la vida. Casi no nos percatamos de su paso: hoy estás joven mañana, estarás viejo. Quizás, por la rapidez con que pasa no se logre colmar las expectativas que se tiene, en cuanto al proyecto de vida trazado: muchos sueños, sueños serán, quedarán sin realizar, porque el tiempo no perdona, transcurre más rápido que la dinámica que le aplicamos y manejamos. Siendo así, el tiempo es lo más valioso, es oro en polvo.
Como todo autócrata que ejerce la autoridad suprema, el tiempo, construye actividades en la vida que no dan espacio para que la toma de decisiones sea sometida a largas discusiones por un comité o discutida por cuerpos colegiados o grupos de poder en la búsqueda de un consenso. Son decisiones que tienen que tomarse en el acto, sin consultas previas y quizás sin someterse a protocolos que dictan los manuales, porque de lo contrario, las consecuencias serían catastróficas.
Para enfrentar rápidamente dichas situaciones, tendrá que bastar un leve cálculo del riesgo, tomar decisiones inmediatas con base a lo que nos dicta la conciencia, los imperativos categóricos y la experiencia. Son decisiones que no admiten contradicciones, ni en ellas cabe la procrastinación.
El jefe del cuerpo de bomberos en medio de un flagrante incendio o un intenso terremoto de gran magnitud, adquiere poderes omnímodos cercanos a la autocracia. En ese momento no caben dilaciones, las estrictas órdenes del autócrata, tienen que ser cumplidas sin chistar y sin mayores discusiones so pena, la conflagración o las pérdidas de vidas humanas a causa del terremoto, adquieran dimensiones catastróficas o el incendio se propague con una gran rapidez. Aquellos que en esos momentos de terror y desgracia se aprovechan para robar, pasan rápidamente por un tribunal de ajusticiamiento exprés y sin fórmula de juicio pasan a mejor vida.
Estas decisiones, que no admiten discusiones, ni colegiaturas, son igualmente aplicables a las urgencias de un avión en pleno vuelo, donde el capitán asume autonomías propias de la emergencia, igual el capitán de un barco que enfrenta un gran oleaje o se choca contra un iceberg y se encuentra a punto de naufragar. Igualmente, un general en pleno frente de batalla. Es el tiempo lo que apremia para la toma de decisiones que no pueden verse sometidas al consenso tan necesario, para zanjar cualquier discusión humana.
Esta concepción de lo valioso que es el tiempo, es aplicable a los eventuales logros de los diferentes gobiernos que necesariamente van directamente vinculados a su legado. El Gobierno Santos realizó algo innegablemente, meritorio: ¡el proceso de paz! Independientemente de los saboteos y el posterior afán de volverlo trizas; Santos y las FARC no supieron manejar los tiempos entre la firma de los acuerdos de Paz y la implementación.
A pesar de que dicho acuerdo fue elevado por consenso a rango constitucional y de Derecho internacional Humanitario, el gobierno de Juan Manuel Santos omitió el no haber dejado implementado los acuerdos. El gobierno Santos dejó el espacio para que un eventual nuevo gobierno que llegaría, como efectivamente llegó dilatara la implementación, bajo la premisa de volverlo trizas. Fue tan grande el logro conseguido por Santos, que se convirtió en algo indestructible, pero el tiempo no le alcanzó para la implementación.
Son dos años y once meses lo que resta del gobierno Petro. No son nada comparado con el reto de cambiar a Colombia. Se votó por un cambio, no se votó para que las cosas siguieran igual que es el deseo de la hirsuta Ultraderecha. Este gobierno vive una carrera contra el tiempo, comparado con el tamaño de las reformas ofrecidas. ¡El tiempo apremia!
Independientemente de la suerte de las reformas de la salud, la reforma laboral y pensional que cursan en un congreso cooptado por las viejas prácticas de la politiquería tradicional y cuya suerte hasta hoy es incierta, en definitiva, no se puede esperar mucho de esa cofradía legislativa. Así las cosas, este Gobierno, se debe centrar en dos realizaciones, que si las logra debemos darnos por bien servidos: la Paz con el ELN dentro de su programa de Paz Total y avanzar en la Reforma Agraria.
Los tiempos que manejan los grupos guerrilleros son diferentes al que manejan los citadinos, ese manejo del tiempo rural trascurre más lento, un ejemplo de eso fue la vida de Manuel Marulanda Vélez "Tirofijo", perseguido durante 60 años, no tuvo afanes en cuanto a llegar a arreglos y finalmente murió en su cama. "Gabino" jefe del ELN lleva más de 50 años y me imagino igualmente no tendrá afanes. Caso contrario al gobierno que el cronómetro le avanza en una implacable dictadura del tiempo: ¡quedan menos de tres años! Este gobierno tiene que dejar firmado e implementado los acuerdos con el ELN de lo contrario sucede lo de J M Santos: viene otro gobierno ideologizado, los sabotea e intenta volverlo trizas. ¡Porque como aman tanto a Colombia!
El eje histórico de la violencia en Colombia pasa por la tierra. El frente de la Reforma Agraria, que intentaron hacer otros gobiernos (Alfonso López Pumarejo 1934-1942 y Carlos Lleras Restrepo 1966-1970) fracasaron por los palos en la rueda que tradicionalmente se le ha puesto al tema. A Alfonso López Pumarejo en su primer gobierno de la "Revolución en Marcha" le torpedearon sus intenciones de reforma Agraria. A Carlos Lleras Restrepo fue "El pacto de Chicoral" que evitó la reforma: se unieron en el Congreso políticos y terratenientes y truncaron este anhelo. Son muchos los intereses y mucha la indolencia con el campesinado.
En este gobierno se avanzó en la aprobación de la Jurisdicción especial Agraria y avanza en el reparto de tierra ociosa. Ya el campesino es un ciudadano sujeto de derechos. Es emocionante ver al presidente cada 8 días repartir tierras de la SAE a campesinos sin tierra, en la Costa Atlántica, Costa Pacífica y los Santanderes. Falta en el Departamento del Cauca cuya posesión es ignominiosa.
La dictadura del tiempo aprieta, el tiempo avanza.
En mi caso me doy por bien servido: el haber tenido la oportunidad de alcanzar a ver una vicepresidenta negra es para mí un caso inédito en este país de roscas y añejas castas políticas. Ver que genuinamente se combata la inveterada corrupción es de admirar, que se nombre un Fiscal justo, no un amigo del presidente, ni que utilice la Fiscalía como trampolín para sus aspiraciones es único, ver que se dignifique al obrero con la Reforma Laboral, que se pensione a los viejitos, que se logre la Paz con el ELN y que se reparta la tierra ociosa que no produce una mata de yuca es algo que nos reconcilia. Que se reparta la tierra, entre campesinos ansiosos de ponerlas a producir es parte del cambio.
Falta menos de tres años y el reloj corre presuroso. ¡Indudablemente necesitaremos más tiempo!