La destitución de Petro es la reiteración del régimen colombiano

La destitución de Petro es la reiteración del régimen colombiano

Por: Cristian Hurtado
diciembre 11, 2013
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La destitución de Petro es la reiteración del régimen colombiano

A lo largo de la historia de Colombia, puede asegurarse como una constante del régimen político colombiano su carácter excluyente y autoritario. Desde el acuerdo paritario del Frente Nacional, pasando por el pacto de Chicoral, el aniquilamiento de experiencias unitarias como A Luchar, AD M-19, y el genocidio de la Unión Patriótica; ponen de presente que el aniquilamiento de sectores alternativos a la política tradicional en Colombia es ya un rasgo inherente al sistema político.

El problema no puede reducirse al Procurador. Si bien es patente lo retrogrado e ideologizado de su posición, ciertamente ultramontana; reducir el problema de la reciente destitución del Alcalde de Bogotá al abuso del poder incontrolable e inquisidor de Ordoñez, despista de una realidad latente en Colombia, que cobra actualidad ante el inicio del proceso electoral, y el desarrollo de los diálogos de la Habana: En Colombia históricamente han sido restringidos los canales de participación política, monopolizados los medios, distorsionados los mensajes. Hoy parece estamos ante una nueva modalidad de exclusión política, la inhabilidad y destitución como forma legal de contrarrestar al contradictor político, los casos de Piedad Córdoba y Gustavo Petro son muestra de ello.

Pero no podemos negar realidades más amplias que la coyuntura que abre en el País, y en Bogotá especialmente, la pregunta por la democracia, el respeto por la opinión de las mayorías y la relación entre los órganos del Estado y el sentir de la población. A las inhabilidades, se suman las detenciones arbitrarias del ejército a líderes y lideresas populares, en el Catatumbo recientemente, por ejemplo; las violaciones a los DDHH; asesinatos, y montajes judiciales a dirigentes del movimiento social colombiano: todos y todas comparten dos características: son dirigentes de la oposición social y política al establecimiento, constructores de alternativas; así como son neutralizados apelando a la eliminación física, la cárcel, el amedrentamiento, o el exilio.

Es triste el mensaje que queda con todo esto: cualquier alternativa social, política, que quiera pervivir debe ajustarse y funcionalizarse al régimen político, moderar sus principios, sino olvidarlos, y abandonar o dilatar sus objetivos; de otro modo, debe prepararse a recibir sobre sus hombros la descarga del poder político que buscará sin descanso neutralizarlo, o aniquilarlo. Lo que se busca es extinguir la oposición, o cuando menos, educarla a la fuerza para que abandone sus pretensiones de cambio. Ello, en la práctica, implica seguir reproduciendo el mismo régimen político cerrado y excluyente.

Las calles vuelven a ser escenario de transformación; cuna de descontento y encuentro de alternativas. No me cabe duda que en contextos como este, urge insistir en la exigencia de abrir la participación política en Colombia, con plenas garantías para el ejercicio político de soñar con transformar el País en un Futuro de buen vivir para todos y todas.

Ante un régimen político estrecho, los sectores que clamamos alternativas, y las forjamos paso a paso, debemos lograr converger esfuerzos en un frente amplio por la democracia, la paz y la defensa de lo público. Si se trata de una solución de fondo, debemos reconocer que poco de aquel principio de la Constitución de la soberanía popular queda en pie luego de hoy. Un nuevo pacto político que abra las puertas y micrófonos a la voz de la sociedad colombiana es impostergable, un nuevo pacto político, que incluya los acuerdos de paz con las insurgencias, y los trasciendan en un nuevo diseño del aparato estatal son realidades ineludibles hoy. Ciertamente, es tal el caos que vive el País, el abuso de los gobernantes y la distorsión del Estado Colombiano, que un nuevo sueño de País, nacido del concurso de la sociedad en su totalidad, es la única salida: urge una Asamblea Nacional Constituyente.

No soy progresista, y discrepo de algunas posiciones del Alcalde Petro. Pero lo ocurrido hoy pone a Petro y al conjunto del movimiento social y político colombiano en la misma orilla: la de chocar con los dueños del poder en Colombia, y pagar por ello. Fue elegido y ganó en franca lid, en decisión soberana, la decisión tomada hoy hace fútil el ejercicio electoral en Colombia; y alimenta la desesperanza del grueso de la población en los escenarios electorales como alternativas para ser escuchados. Hoy se puso de presente, una vez más, la democracia restringida más vieja de Latinoamérica, y por eso mismo, por su carácter restringido, es que ha sobrevivido en desmedro del País Nacional.

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