Nuestro campeón de marcha, Eider Arévalo, fue condecorado con la Órden Civil al Mérito Deportivo. Otro deportista surgido de la pobreza, una persona que lleva años preparándose para convertirse en el “rey de Inglaterra”, como él mismo lo dijo.
Sin embargo, su lucha para demostrar que Colombia tiene madera en los deportes no le ha sido suficiente para que el alcalde de Bogotá, el segundo funcionario público con más poder en este país después del presidente, le ayude con un techo para dormir. Ayer, cuando Peñalosa le entregó la condecoración a Arévalo, el campeón le pidió que le regalara una casa. El alcalde, con toda la tranquilidad del mundo, le dijo: “Yo no soy el rey de un país. Nosotros tenemos restricciones presupuestales, legales, etcétera. No es que el alcalde entra y regala cosas”. Y hasta ahí llegó el apoyo que necesita una persona como Arévalo, porque Peñalosa no tiene plata.
Claro, ahora sale a decir que no tiene un peso porque tiene el presupuesto comprometido, pero lo que se le olvidó decirle a Arévalo es que no tiene plata porque la destinó toda para expandir sus preciados y detestables buses rojos. 2,4 billones de pesos están completamente comprometidos para que la ciudad se vea invadida por un sistema de transporte que colapsó hace muchos años, pero que estamos obligados a usar porque no hay otra forma de llegar al trabajo. El alcalde no tiene plata porque se la entregó toda a sus amigos de Volvo.
Definitivamente Peñalosa no es el rey de un país, ni más faltaba ni Dios quiera que eso suceda, porque sería un país de cemento y buses. Nuestro alcalde no tiene para una casa, porque el “visionario incomprendido”, con toda su arrogancia y desprecio por los de ruana, solo puede ofrecerles contratos a sus amigos constructores.