La desgracia del capitán Ányelo Palacios por abrir la boca

La desgracia del capitán Ányelo Palacios por abrir la boca

Develar la Comunidad del Anillo le ha costado perder la comandancia de Florencia y terminar en una oficina de la Metropolitana amenazado de perder el uniforme

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mayo 11, 2016
La desgracia del capitán Ányelo Palacios por abrir la boca

La gente en Florencia quedó petrificada cuando el 15 de febrero del 2014 aparecieron cuatro niños muertos en la vereda Las Brisas en el Caquetá. El recién llegado comandante de la Policía, capitán Ányelo Palacios, entonces en el ojo del huracán de la institución por haber denunciado la Comunidad de Anillo, se puso al frente. Era la oportunidad además de retornarle la credibilidad a la institución y de mostrar su compromiso con la gente de Florencia.

En pocas horas, el plan de Palacios dio sus frutos y tres de los asesinos fueron detenidos. Solo uno, Anderson Carrillo, alias 'El Enano', logró escapar. Se atrincheró en el rancho que compartía con su mamá y una hermana a orillas del río Hacha. El capitán Palacios lo ubicó y lo sorprendió vestido de civil. La madre de Carrillo lo atendió con aguapanela en el comedor. Con 'el Enano' al frente, Ányelo se indentificó. Fueron dos horas de tensión hasta conseguir la entrega del asesino. Por la buenas, sin una bala.

Ányelo había llegado a Florencia en noviembre del 2014 con el estigma de la Comunidad del Anillo. Una decisión que la dirección de la Policía tomó como respuesta a la solicitud de la Fiscalía de mantenerlo en vigilancia. Pensaron incluso en internarlo en una clínica de reposo. Y además, padecía aun las secuelas de un derrame cerebral y el miedo por haberse atrevido a abrir la boca. El miedo no lo había abandonado.

La veloz detención de los asesinos de los niños le abrieron las puertas de confianza con los caqueteños y que luego reafirmó con otra acción, ya no en la ciudad. El resguardo indígena Embera-Chamí está a 45 minutos de Florencia en una carretera destapada llena de dunas adonde no llegan ambulancias. Una llamada de urgencia entró al celular del capitán. Se trataba de un indígena cuya mujer enfrentaba un parto de alto riesgo.  El Comandante reaccionó sin dubitación. Eran las 2  de la mañana cuando tomó la carretera hacia el resguardo. Acomodada en su camioneta, la llevó al Hospital María Inmaculada y dos horas después le daban la bienvenida al bebé. Sin aspavientos mediáticos, pocas personas supieron de la acción salvadora del capitán Palacios. Los indígenas querían nombrarlo padrino. Ányelo no aceptó; él sólo estaba cumpliendo con su deber.

El comandante Palacios sosteniendo a la niña indígena que él ayudó a nacer - La desgracia del capitán Ányelo Palacios por abrir la boca

El comandante Palacios sosteniendo a la niña indígena que él ayudó a nacer

En los quince meses que estuvo en Florencia desarticuló 16 ollas del barrio Idema, el más complicado de la ciudad, sin desenfundar su arma. A veces entraba de civil, sin nadie que lo acompañara y conversaba con los jíbaros de la zona logrando que muchos ingresaran al Sena.

En Florencia, sin embargo, no le faltaron enemigos. Henry Mauricio Hernández, propietario del bar El loco Juancho fue uno de ellos. Cuando le cerró el bar por las quejas razonables de los vecinos por el alto volumen de la música y las peleas de borrachos que se repetían cada noche, le tendió una trampa. Hernández inventó que el comandante de la Policía lo extorsionaba con cuotas que iban desde 500 mil al millón de pesos y que el capitán le llenaba de muchachos la camioneta cuando se la prestaba. Bastó que Palacios dejara Florencia para que las puertas del bar volvieran a abrirse.

Nada hubiera querido Ányelo Palacios que regresar a ocupar su puesto después del misterioso secuestro que ocurrió en su tierra. Pero la institución le frustró pronto sus intenciones. Llevaba solo diez días cuando le notificaron el retorno a Bogotá. Para castigarlo nuevamente no le permitieron viajar por avión y después de un recorrido aparatoso llegó a recibir más presiones. Con una salud frágil, allí está encerrado en una oficina temblando por su suerte, a la espera de que en cualquier momento lo den de baja sin argumentos, pero sobre esperando que un día se conozca la verdad sobre la Comunidad del Anillo y él pueda recuperar su dignidad.

 

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