La desgracia de ser ciclista en Bogotá

La desgracia de ser ciclista en Bogotá

Andar en bici por las calles de la capital puede ser una verdadera tortura, además de un gran riesgo: que lo digan quienes han sufrido accidentes

Por: Felipe Amaya
julio 15, 2019
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La desgracia de ser ciclista en Bogotá

El jueves pasado fui atropellado por un carro mientras transitaba en mi bicicleta por Bogotá. Ahora soy un ciclista más que se suma a las estadísticas de la ciudad. O más bien uno que deja de sumar, porque al igual que la mayoría de los ciclistas y peatones que a diario sufren accidentes preferí no meterme en el gran problema de resolver algo por la vía legal en Colombia.

Habrían sido las 5 horas menos productivas de mi vida y el asunto me habría costado dinero extra. Aparte de eso, la Policía en cumplimiento del proceso se habría llevado el carro y la bicicleta al lugar que llaman “los patios”, en donde, según cuentan, desvalijan las bicicletas tan pronto llegan, situación que se presenta desde hace décadas —y el Estado se hace el de la vista gorda como si eso no fuera un problema y una vergüenza en este país y sobre todo en Bogotá—. Todos los ciudadanos saben que dejar que se lleven el carro, la bici o la moto a ese lugar es asumir que va a aparecer sin algún repuesto, rayado o que tal vez llegue a no aparecer. Nadie sabe por qué hay ladrones dentro de un lugar que es administrado por la ley y por qué nunca los atrapan. Me pregunto quién es responsable de esto y por qué nunca han intentado solucionarlo.

Volviendo al accidente, debo aclarar que soy un ciclista un poco más que aficionado: soy el creador del canal @corazondebici, todos los días voy en bici a mi trabajo, también una o dos noches a la semana subo el Alto de Patios y los fines de semana intento no fallar con una vuelta larga. Aunque a veces he tenido enfrentamientos verbales con conductores de carro ya que me gusta hacer valer mis derechos y esto le incomoda a muchos, nunca he llegado a pelear físicamente con otro actor vial y espero nunca hacerlo, sin embargo, como ya dije, me gusta exigir mis derechos y conocer la ley para poder hacerlo.

Pues bien, la noche del jueves fue la excepción. Cuando caí entendí que ningún ciclista está preparado para reaccionar ante un accidente en la vía (por más experimentado que sea). Quedé pasmado y lo único en lo que pensé fue en mi hija y mi esposa. Me arrepentí de lo que había pasado sin siquiera haber tenido la culpa, ya que el conductor fue quien avanzó sin mirar. Me levanté pensando en mi celular y en mi bicicleta antes que en mi integridad física, porque en Bogotá al caído le caen y le roban lo que pueden (esto es una realidad desastrosa). El caso, le dije al conductor que me diera algo para comprar pastillas para el dolor y un desinfectante, y me fui del lugar.

Debo admitir que aunque iba transitando por la ciclorruta, no soy partidario de la misma, ya que desde mi punto de vista está mal diseñada y no es una solución óptima para la movilidad de los ciclistas. En resumen, creo que mezclar peatones, ciclistas y automóviles en un solo cruce con tres “vías” distintas es un gran problema, ya que hay más posibilidades de errores y por ende de accidentes. Los conductores de carros no tienen en cuenta la ciclorruta en los cruces, ellos están pendientes de no estrellarse con un carro, no con una bicicleta. Tampoco me gusta la ciclorruta porque además del peligro de accidente está el peligro de ser robado sobre la misma. Para la muestra, hace unos meses hice una encuesta entre más de 550 ciclistas robados y el resultado fue que la probabilidad de ser atracado en la ciclorruta era muy alta: el 67% de los robos reportados fueron sobre la ciclorruta vs. un 27% en la vía de los carros y 6% en la montaña.

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Entonces, ¿cómo es que siguen "construyendo" (porque aparte las dejan mal hechas) ciclorrutas?, ¿acaso la experiencia de otros países, como México que hace un buen tiempo construyó el bicicarril sobre sus vías (bajo estudios verdaderos), no nos sirve? Los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre lo que se hace en nuestra ciudad. No podemos seguir dejando en manos de vendedores disfrazados de alcaldes el futuro del lugar donde viviremos no solo nosotros sino nuestros hijos. Nuestra ciudad nos tiene que importar un poco más.

 

 

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