DON FABIO VALENCIA COSSIO FUE UN POLITICO ANTIOQUEÑO, de estirpe Conservadora, con "10 hermanitos bien colocados" y una gran influencia política en los altos gobiernos de las décadas pasadas. En 1998 siendo don Fabio, presidente del Congreso, en la posesión de Andrés Pastrana como presidente de la república, lanzó la siguiente frase lapidaria al Congreso de ese momento: "o cambiamos o nos cambian". No fue algo novedoso, ni extraordinario, ni mucho menos genial, pero sí fue una sentencia pragmática y oportuna en la coyuntura de aquel momento histórico. Recurro a hechos relativamente recientes, para lograr entender el contexto actual.
Continuemos.
Se refería Don Fabio con esta expresión inmersa en su discurso de posesión presidencial, a la falta de compromiso y sintonía de los legisladores con la realidad social del pueblo colombiano. En ese momento, el "Filibusterismo" se paseaba como arma de efectivo chantaje para presionar o dilatar las urgentes reformas; mucha agua del caudaloso río ha corrido por debajo del puente, muchos Congresistas (aclaro no son todos), siguen en las mismas, siguen legislando a espaldas de las necesidades de sus obsecuentes electores, siguen torpedeando cualquier cambio que se asome a la ventana en favor del pueblo, los congresistas de hoy y siempre, viven inmersos en el festín de sus intereses particulares y abusando de sus prebendas representadas en una nube de escoltas, camionetas blindadas, pasajes aéreos, gasolina para sus lujosos vehículos y un estrambótico y vergonzoso sueldo de más de 40 millones de pesos, que comparado con los ingresos del colombiano promedio, es una bofetada que hiere en lo más hondo de la dignidad humana.
La otrora frase de don Fabio Valencia Cossio (que no fue santo de mi devoción) resultó premonitoria: los legisladores de ayer, hoy siguen en deuda con el pueblo colombiano y peor aún: llegan a ocupar esta alta dignidad, personas menos preparadas, incultas, que necesitan urgentemente ser desasnadas, aterrizan para aprovechar "su cuarto de hora", desconocen el oficio de legislar, no conocen el contexto en que se mueven y como prenda adicional, recurren al insulto como único recurso, cuando se ven superados por cualquiera que medianamente los cuestione. Son Legisladores sin argumentos, sin discurso, solo obedeciendo como mansos corderos, las órdenes de sus jefes que financiaron sus campañas políticas o los adoptaron como mascotas.
En manos de estos ineptos, se encuentran las reformas sociales que impulsa el actual gobierno; algunos auténticos chisgarabís como el tal JP, el tal Polo Polo, o la tal Juvinao. Son catorce los chiquilicuatres que componen la comisión que tiene el poder de archivar la reforma a la salud o enturbiar un quórum con mañosas actuaciones que les dictan cual marionetas, sus superiores jerárquicos ubicados en lo mas alto de la pirámide del poder.
Han pasado 25 años desde aquel entonces. Nada cambió, ni los han cambiado. La sentencia de Don Fabio, cayó en un vacío profundo, se disipó en la turbulencia de las aguas que mueven los intereses, que hacen presencia en la dinámica política. Esa inmovilidad que contrasta con la dinámica, es la inercia que impide el cambio y se cae en la reelección a perpetuidad para invernar y legislar en contra de los intereses del pueblo. Un mea culpa recae sobre ellos, cuando las reformas a favor del pueblo las tumban en beneficio de los ancestrales opresores.
De otra parte, fue una promesa de campaña del progresismo, realizar las reformas sociales. Colombia está en mora de hacer cambios radicales para disminuir la brecha de la vergonzosa desigualdad que nos agobia. Está claro que un presidente no puede pensar con el deseo y saltarse los canales democráticos que juró cumplir en su posesión. Nayib Bukele sí los incumple, sin embargo, es héroe de la oposición, igualmente héroe el que cambió el "articulito" para hacerse reelegir y cínicamente quería un tercer periodo; hoy, aprovechándose de la mala memoria del colombiano, lo venden como demócrata; así las cosas y, no habiendo otra alternativa, Gustavo Petro apela al constituyente primario, que es el pueblo y logra su cometido: les captura la agenda y los pone a hablar de Constituyente.
Dentro del terreno especulativo, cabe la proterva interpretación de que este pronunciamiento presidencial trata de dejar constancia histórica de que se quiso y no se pudo; se puede pensar que se quiere dejar constancia histórica de que fue el Congreso el del mea culpa, que es el legislativo quien obstruyó las reformas. Si se quiere, se puede interpretar como un chantaje sutil que salva al presidente ante su pueblo y le crea al Congreso la responsabilidad, ¡un mea culpa!
Algo de verdad, puede tener la especulación, pero lo cierto es que poco a poco, se va decantando la propuesta inicial, va tomando forma, fuerza y contexto; hoy se reduce a tan solo 8 puntos el tema y, nos vamos enfocando en lo fundamental. ¡La propuesta va tomando aires de referendo! Lo anterior me recuerda el famoso "Acuerdo sobre lo fundamental", que planteaba Álvaro Gómez Hurtado, ese sí, un inteligente opositor.