Desde el avión quería ver los ríos y la selva que rodea al pequeño poblado de Inírida. Las nubes no dejaron ver nada. El invierno ha entrado con fuerza en este rincón apartado. El invierno se extenderá hasta diciembre. Sus doce mil habitantes tendrán que vivir entre la humedad constante que sofoca billetes, que aprieta gargantas, que corroe todo. Inírida huele a papeles viejos.
Nadie está preparado para la belleza de sus alrededores. A solo diez minutos en mototaxi, uno encuentra la primera de sus joyas: los petroglifos de Coco Viejo. Ubicados justo frente al lugar en donde el río Guaviare desemboca en el Inírida, llegamos dos meses tarde: solo de diciembre a marzo, en el corto verano de la selva, se pueden ver las imponentes piedras —como huevos prehistóricos— tatuadas por los curripacos cientos de años antes de que los españoles alucinaran por estas tierras infestadas de malaria y belleza.
Había poco tiempo para conocer. El taller de periodismo ciudadano exigía concentración y tiempo. Por eso, sin tiempo para almorzar, nos fuimos con el corto tiempo que teníamos al poblado indígena de Guamal, donde el Pastor Antonio me mostró las versiones del Nuevo Testamento traducidas por la evangelista inglesa Sophia Muller. Esa misma tarde fuimos al vecino poblado de Vitina. Unos kilómetros más adelante nos chocamos con los caños de algas rojas que lo hacen pensar a uno en Caño Cristales. Y más tarde, el cielo se había despejado justo antes del atardecer así que pudimos ver en la sabana el rojo incandescente de la flor de Inírida.
Al otro día, el taller. Asistieron 20 personas, un buen número para una ciudad tan pequeña, un buen número para ser la capital del departamento más despoblado de Colombia. La mayoría de los asistentes pertenecían a medios de la región: la radio comunitaria es lo que más se mueve. Diferente a lo que sucedía en otras partes de Colombia en Inirida los medios se sienten libres para disentir contra sus gobernantes. Una de las preocupaciones más fuertes que se sienten en la ciudad es la municipalización de Guainía. Un día antes de que se le acabara su periodo presidencial, el 6 de agosto del 2018, Juan Manuel Santos firmó un decreto por el que se le daba vía libre a la municipalización, una medida que podría acabar con los resguardos indígenas y sería un pasaporte a las multinacionales mineras para entrar a devorar la selva.
Entre los asistentes hubo uno que nos llamó la atención: Efraín Bautista, indígena puinave que creó el primer diccionario de su lengua al español, un esfuerzo que hizo en solitario. Él es tal vez el más destacado historiador de su etnia. Sea como sea, en el taller escribieron de todo, escribieron sobre los encantos de una región que se ha resistido a caer en las garras del turismo, escribieron sobre la laguna de las Matracas que es el lugar, a quince minutos en lancha, donde se pueden ver delfines o la laguna de las Brujas, que enloqueció a Lope de Aguirre y donde el cielo se multiplica en sus aguas espejosas. Durante años estos periodistas nunca pudieron tener voz en todo el país. Ahora, gracias a Las2orillas sus problemas están revestidos de importancia nacional.