En casi todas las fotos que tiene de niño Santiago Alarcón aparece llorando. Su abuela justamente le decía que era muy chillón. La infancia de Alarcón en la Medellín de principios de los noventa, dominada por Pablo Escobar, la vida no vale nada. Incluso un mediodía tuvo que ver como su papá lo mataban a balazos. La sensación de vacío en el pecho, la angustia constante en el estómago. Y los familiares, en vez de apoyarlo, lo acosaban con juicios. Le decían que dejara la bobada, que a llorar a la llorería, que tenía que empezar a ser un varón. Ellos, en esa Medellín de hace treinta años, no sabían que la depresión no es un capricho, que era una enfermedad que necesitaba tratarse.
Incluso hubo un momento, en realidad dos momentos, en los que contempló sucidarse, fue Chichila Navia, su esposa desde hace más de dos décadas, quien lo ayudó a salir del pozo depresivo en el que estaba.
Recientemente, en una entrevista con el programa de entretenimiento Lo sé Todo del Canal 1, el actor confirmó que desde hace casi dos años fue diagnosticado con trastorno bipolar, una enfermedad que provoca altibajos emocionales que pueden ir desde trastornos de depresión hasta episodios maníacos.
Alarcón confesó que toda su vida ha sufrido depresión, sentía una profunda tristeza, mucha angustia. Pero siempre lo superaba, se animaba él mismo a levantarse, pero cada vez los episodios eran más y más agudos y terminó buscando ayuda médica profesional.
Alarcón ahora está medicado y cada semana va a un especialista para recibir ayuda profesional. Poco a poco está superando sus peores sensaciones.